SARTRE: Su filosofía en mi vida

SARTRE: Su filosofía en mi vida

El Existencialismo en mi vida

Jean Paul Sartre y su filosofía existencialista llegaron a mi vida como la mayoría de las cosas importantes llegan a la vida de un ser humano: sin buscarla.
Unas peregrinas de la cultura, en medio de su viaje, se cruzaron conmigo, regalándome un libro de este genio literario. Este hecho, junto a a su predicación del Santo Evangelio de los Oprimidos (la filosofía de Marx), influyeron notablemente en mi pensamiento.
a todos ellos les debo, indudablemente, gran parte de la formación intelectual que hoy es mi orgullo.

lunes, 29 de octubre de 2007

CRITICA A LA VIDA COTIDIANA

La psicología social como critica de la vida cotidiana (Ana Quiroga)

La psicología social como critica de la vida cotidiana es un análisis de nosotros, los sujetos, en nuestras condiciones concretas de existencia. Somos sujetos de necesidades en un intercambio permanente con el medio.
El sujeto humano es un ser que posee una organización biológica particular a la que llego en un proceso evolutivo. Posee necesidades primarias como el alimento, el abrigo, la sexualidad, el trabajo, el cual es una actividad previamente planificada y social. Pero el trabajo humano es diferente al trabajo animal, el cual es instintivo, mecánico.
La producción social de la vida es constitutivo de lo humano, en esa doble relación con los otros hombres y con la naturaleza, que determina la vida en su posibilidad y en sus formas.
La producción es la condición de la vida, es la condición última de emergencia, de posibilidad de los procesos psíquicos, condición ultima de la subjetividad. Implica el establecimiento de relaciones direccionales y de procesos de comunicación. Ese animal que trabaja intelectualmente es el hombre. El pensamiento, según Piaget, es acción interiorizada, o sea, que no hay actividad psíquica desvinculada de la experiencia concreta del sujeto, de su practica, de sus relaciones reales.
Criticar la vida cotidiana significa realizar un análisis de las formas en que los sujetos se interrelacionan, tanto con el medio como entre sí, determinándose así el interjuego fundante para la constitución de la subjetividad, entre necesidad y satisfacción vincular social de esa necesidad. Es el análisis del destino de las necesidades de los hombres en una estructura social determinada.
El vínculo es la relación social elemental y primaria, el ámbito en el que se manifiestan las necesidades de los sujetos y cumplen su destino social de gratificación o frustración. Es el ámbito en el que se actualizan las respuestas socialmente pautadas para las necesidades de los sujetos.
La vida cotidiana es el espacio y el tiempo en que se manifiestan en forma inmediata y directa las relaciones que los hombres establecen entre si y con la naturaleza en función de sus necesidades, configurándose así lo que hemos denominado sus condiciones concretas de existencia.
Cotidianidad es la manifestación inmediata, en un tiempo, con un ritmo, en un espacio, de las complejas relaciones sociales que regulan la vida de los hombres en una época histórica determinada. Así la vida cotidiana se manifiesta como un conjunto heterogéneo y multitudinario de hechos, actos, objetos, relaciones, actividades que se nos presentan en forma “dramática”, es decir, como acción, como mundo en movimiento.
La vida cotidiana es predominantemente experiencia de acción.
Desde el sistema social se mitifica lo cotidiano, a través de un mecanismo que es típico de la ideología dominante, la naturalización. La crítica o la crisis permite realizar un análisis objetivo, analizar un hecho, de manera opuesta a la actitud ingenua.
Una consecuencia de la crítica es desmitificación, la ruptura de los mitos, la superación de ilusiones o ficciones en relación a los hechos.La práctica es el primer momento de todo proceso de conocimiento.
El arte es una de las formas de crítica de lo cotidiano, es una forma de conocimiento, de exploración y transformación de la realidad en tanto plantea modificaciones a aquellos que se comunican con las obras de arte. Las producciones artísticas se refieren a las múltiples formas de la realidad con un código, con un leguaje que le es propio y que provoca en quien se acerca a esa producción artística un tipo particular de vivencias que es la vivencia estética. Desde su leguaje particular ilumina la realidad.

Crítica de la vida cotidiana

Nuestras relaciones sociales son complejas, estamos articulados a los otros por algo más que una coexistencia en tiempo y espacio, por lazos fundantes, que hacen a la producción de bienes y a su distribución, y de las que depende nuestra posibilidad y forma de existencia.
La soledad o aislamiento se transforma en el estatuto social del individuo en tanto habitante de la gran ciudad; la sociedad creadora de masas genera la soledad como reciprocidad de aislamiento, y ese aislamiento es un comportamiento histórica y socialmente determinado, condicionado, en el interior de una reunión, de una aglomeración de seres humanos. Un mecanismo irreflexivo-inconsciente de hacer se instala en lo cotidiano, y se transforma en una de las condiciones de esa relación de desconocimiento-pseudoconocimiento, que guardamos con nuestra experiencia cotidiana, en la que los fenómenos no resultan significativos, quedan encubiertos, bajo el mecanismo de lo obvio, lo natural y autoevidente.
Esta posición acrítica condiciona una adaptación pasiva a las condiciones concretas de existencia. El mito, según Barthes, es un mensaje que evacua lo real, que evapora lo real. En un mito las palabras, portadoras materiales del mito-mensaje social, no remiten a lo real, no denotan, no designan, solo encubren. El mito homogeneiza.
La crisis separa, rompe la fusión con la cotidianidad, la despoja de su carácter “natural”, quiebra la cotidianeidad.

Áreas de análisis de la vida cotidiana: trabajo, familia, tiempo libre

Al analizar la cotidianeidad, distinguimos en ella tres regiones o áreas de emergencia, en codificación y desarrollo de las necesidades humanas. Estas áreas son: la del trabajo social, la de la vida familiar y la del tiempo libre. Es en el interjuego entre estas distintas esferas: trabajo, familia, y tiempo libre que se determina el individuo concreto.
Familia: adquiere el carácter de refugio y muchos identifican la esfera del tiempo libre con la de la esfera familiar. También implica responsabilidad, obligación exigencia y trabajo doméstico.
Tiempo libre: en la época feudal, no era un tiempo individualmente disponible, no había elección del sujeto en el uso del tiempo. En la sociedad industrial ese tiempo es emergente del desarrollo tecnológico, que permite reducción en la jornada laboral. El tiempo libre se define como región autónoma de lo cotidiano, más precisamente del trabajo, ya que es el tiempo libre de trabajo.
Trabajo: es una acción planificada que compromete la capacidad psicofísica del sujeto; mediante esa acción el hombre transforma la realidad externa, cumpliendo en ella sus objetivos. Es una de las formas de la relación sujeto-mundo. Es fundamental en la constitución de la identidad. Forma parte de nuestro mundo externo.
El juego para el adulto conserva el carácter de un espacio transicional entre realidad cotidiana y sus fantasías. Entre un plano real y un plano simbólico. El juego es para el adulto un espacio permisivo, con reglas que no son constricciones en tanto establecidas y pactadas voluntariamente, que también puede abandonar libremente. La tensión en el juego es incertidumbre, algo que va a ocurrir, la contradicción tendrá que resolverse, se acerca el desenlace.
El ídolo es el soporte de las proyecciones de los otros. Está situado en un terreno peligroso, porque debe actuar cumpliendo las expectativas masivas. Pero también actúan, juegan, trabajan hacia el horizonte de la cotidianidad.
GABI MARTINEZ

LA DOMINACIÓN MASCULINA

LA DOMINACIÓN MASCULINA

Fuente: Pierre Bourdieu

La violencia simbólica

La supremacía universal del hombre se basa en las estructuras sociales, que le confieren el mejor papel y se reproducen en esquemas que subyacen en todos los habitus.
Hablar de violencia simbólica no es minimizar la violencia física, puesto que posee efectos reales.
Las estructuras de dominación son históricas y apoyadas por individuos e instituciones (escuela, iglesia, aparato legal, estado, lenguaje, medios de comunicación, etc.). Los dominados “naturalizan” la dominación, produciéndose una autodenigración, donde la mujer se somete voluntariamente, no conscientemente, sino debido a la internalización de las estructuras de dominación. Ej: las mujeres, al momento de buscar una pareja, reproducen estas estructuras y se guían por los estereotipos impuestos socialmente, como por ejemplo, buscar hombres altos o de mayor edad, a cualquier otro tópico que las haga sentir protegidas, seguras, “inferiores”.
El casamiento, en ciertos medios, es utilizado por las mujeres para obtener una mayor posición social, es decir, se realizan por interés. Es así como el amor termina teñido de beneficio social.
El efecto de dominación se produce a través de esquemas de apreciación, percepción y acción que superan las conciencias y la voluntad. Esta dominación es espontánea e impetuosa, de efectos duraderos. Es efectiva porque se apoya en condiciones internalizadas con anterioridad, a través de las primeras interacciones con las estructuras de dominación.
Luego, estos actos de dominación adoptan la forma de emociones corporales, pasiones y sentimientos: “El cuerpo es cómplice de las censuras sociales” Ej: Si nos desnudamos frente a otros (medio social) sentiremos vergüenza (nivel psicológico), e irremediablemente nos “ponemos colorados” (respuesta a nivel corporal ante la internalización de las estructuras sociales de dominación).
La exclusión de la mujer es remplazada por la autoexclusión y la coacción, imponiéndose una agarofobia (rechazo al contacto social) en la mujer que es desplazada de la escena social.
La ley social convertida en ley incorporada no puede vencerse solo con la voluntad y la conciencia. La sumisión es producto de la internalización de estructuras que se sustentan a sí mismas y el poder simbólico no puede ejercerse sin voluntad del dominado. No son efectos de un sujeto aislado, sino de un sistema. No se trata de simples “ideologías”, sino de “estructuras inscriptas en los cuerpos y en las cosas”. Esta violencia simbólica limita las posibilidades de pensamiento y acción y la revolución solo será posible si se modifican las condiciones de producción.

La mujer en la economía de bienes simbólicos

Los habitus son inseparables de las estructuras que los configuran y los reproducen, tanto en los hombres como en las mujeres, que se fundamentan en las estructuras del mercado de bienes simbólicos. El mercado matrimonial es el dispositivo central de la dominación, constituyendo el fundamento de todo el orden social. Tanto el parentesco como el matrimonio contribuyen a aumentar el capital simbólico del hombre y el tabú del incesto (prohibición de casarse entre hermanos, con los padres, etc.) son el origen de esta sociedad donde las mujeres son consideradas como instrumentos. La mujer circula como una moneda y en las relaciones de comunicación, sigue siendo una mercancía.
Las estructuras no se mantienen solo por lógica, sino que esto se debe al papel activo de los hombres y pasivo de las mujeres que esto sea así.
La genealogía familiar mantiene y reproduce la organización social, utilizando conceptos como el de “honor”, “orgullo familiar”, entre otras estupideces.
Las mujeres son protegidas en su valor de intercambio, consideradas un capital social que embiste de prestigio y honor a las familias, llevándose esto a cabo a través del sistema de alianzas (casamiento).
Es la economía de los bienes simbólicos quien organiza nuestra percepción del mundo social y en la reproducción biológica, el hombre se constituye como el factor activo y la mujer como el soporte, el recipiente del acto sexual.
Los hombres monopolizan las representaciones, donde las mujeres son objetos y las hombres imponen su aptitud. Se establecen “cargas” a las mujeres, definiéndoles roles y actividades prefijadas: rituales tanto públicos como privados. Ej: maquillaje, moda, figura estética, comportamiento, etc. al hombre, se le inculca el sentido del honor y de la virilidad, que les confiere el status de “dignos”.
Esos habitus están regidos bajo la concepción de diferenciar lo masculino de lo femenino. Se predican la sumisión a las reglas y normas a través de estrategias matrimoniales, educativas, económicas, sexuales, etc. todas ellas orientadas hacia la transmisión de los poderes y privilegios heredados.
Las mujeres quedan excluidas de lo social, fuera de todos los aspectos serios de la existencia humana. La circularidad del sistema comprueba la arbitrariedad en el mismo.

HABITUS (BOURDIEU)

HABITUS EN BOURDIEU

Fuente: Alicia Gutiérrez

Lo social hecho cuerpo

Las estructuras internas resultan fundamentales para realizar estudios sociológicos. El término “habitus” proviene del griego “comportarse”, pero en Bourdieu es considerado como “manera de ser” y posee dos acepciones: en un comienzo, Bourdieu lo consideraba como “reproducción”, abandonando dicha posición años después, considerándolo una “invención”. Estos habitus son factibles de ser modificados, a través de un proceso llamado “autosocioanálisis”.
El habitus, como reproducción, es el “principio de la producción de las diferencias escolares y sociales mas duraderas, generador y unificador de las conductas y las opiniones que tienden a reproducir el sistema de las condiciones de las que es producto”. Esto quiere decir que la actividad pedagógica (escuelas, universidades, sistema educativo en general) reproduce las estructuras sociales que se perpetúan en la práctica, volviéndose un proceso irreversible.
Cuando Bourdieu define al habitus como inventiva, le otorga una dimensión mas activa, definiéndola como “estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes” (estructuras estructuradas estructurantes). Es así como la historia se hace cuerpo, generando en nosotros disposiciones a actuar, percibir, valorar, etc. de cierta manera determinada. El sujeto se muestra como un producto histórico, constituyendo esta una segunda naturaleza: la naturaleza social.
Así entendido, el habitus constituiría un estado del cuerpo, que refleja cierta manera de hablar, moverse, pensar y sentir, donde lo pensable y lo no pensable (los límites de aquello que podemos pensar y lo que no) son figuras preadaptadas a las exigencias sociales, es una internalización de la exterioridad. Así es como la libertad de pensamiento y acción solo se produce dentro de los límites que nos impone el contexto socio-histórico.
El habitus se convierte en condición objetiva y capital simultáneamente, siendo un recurso y una limitación al mismo tiempo, constituyendo un esquema generador y organizador a la vez, es la práctica social puesta en relación.
Esta presencia activa de todo el pasado nos permite afirmar que la independencia de nuestro presente es relativa, se opone a la necesidad mecánica (determinismo) tanto como a la libertad racional (existencialismo). Se considera la historicidad del sujeto: lo personal es social (al igual que las cosas). Así es como el habitus se extiende a todos los dominios de la práctica.

Habitus de clase

Toda actividad del sujeto está “orquestada” (dirigida) con las actividades de una misma clase, reproduciéndose los mismos esquemas en distintos campos.
El habitus de clase es la incorporación de la misma historia, que persigue un mismo objetivo en un grupo de clase determinado. Una homogeneidad de habitus representa una homogeneidad (igualdad) de contexto, pero sin embargo, no hay referencia consciente hacia las mismas, es decir, no se realiza “a propósito” esa internalización de las características de la clase a la que pertenecemos. Los habitus de clase constituyen un sistema de disposiciones común a un grupo.
Lo individual es solo una variante dentro de las estructuras del grupo. Bourdieu también los define como “semejanza entre sujetos que comparten un contexto histórico social determinado, dentro del cual también se encuentran habitus individuales”.
Toda nueva experiencia se estructura en función de las anteriores, constituyendo una integración única, resultando fundamentales las primeras experiencias. El habitus es el principio no elegido de todas las elecciones. Estos habitus tienden a rechazar (de manera inconsciente) todas las informaciones que cuestionen la información acumulada con anterioridad, siendo la síntesis entre historia individual e historia colectiva.
En conclusión, los habitus de clase podrían definirse diciendo que son “respuestas adaptadas a un campo que conforman la historia individual, moldeadas por las primeras experiencias que reflejan la historia colectiva de la clase”.

lunes, 22 de octubre de 2007

CLASES DE SPIGUEL

Clase 1
Orden socio-histórico

El orden social se refleja en la vida cotidiana a través de sus tres áreas: la familia, el trabajo, y el tiempo libre, donde a su vez, éste se oculta y se muestra. Este orden social constituido por grupos y sociedades es histórico cambiante y posee contradicciones que estructuran el psiquismo humano.

Teoría liberal

El “hombre natural” es el mito que fundamenta la teoría liberal económica, cuyo máximo ejemplo es el relato literario de Robinson Crusoe, que refleja la ideología burguesa de considerar a los hombres como “átomos” que se unen en el mercado. Estos hombres aislados se pisan unos a otros, por lo que surge el Estado como mediador de esos salvajes. Así se demuestra que el hombre es un sujeto previo a la sociedad. Esto nos lleva a una naturalización de lo social, apoyado por teorías científicas socio biológicas que legitiman el orden social actual. Pero la realidad no es así, aparece unilateralizada en esta concepción.

Materialismo histórico

El materialismo histórico comparte el ECRO Pichoniano, al igual que lo hacen las modernas teorías antropológicas e históricas. Estas consideran a la sociedad como algo objetivo, estudiable a través de la acción práctica donde el sujeto produce su propia existencia.
El hombre, a diferencia de los animales, posee conciencia de su relación con la naturaleza, produciendo sus bienes y existencia creando una naturaleza sociocultural. Ello lo realiza a través del proceso del trabajo, que es cambiante en la historia y termina reemplazando la naturaleza primaria y ésta define nuestras formas de satisfacción. El hombre y sus necesidades solo se realizan en relaciones con otros hombres: primero existió la manada, después el individuo.
Esta doble relación hombre-naturaleza y hombre-hombre contó con la cooperación como su primer motor. Sin sociedad el hombre no existe, he ahí la génesis del lenguaje. Estas relaciones de producción cambiaron junto a las fuerzas productivas donde el sujeto es productor y producido, cambiando estas relaciones en el tiempo y siendo el motor de las sociedades.
La doble relación praxis-sociedad lleva estudiar sus efectos en la psiquis. La sociedad está formada por grupos, clases, etc. que se interrelacionan y entran en conflicto. Hay múltiples grupos y formas de clasificar los hombres, de manera “aparencial”. Debemos trascender las apariencias para llegar a las estructuras que sostienen la vida cotidiana.
Las relaciones determinan agrupamientos. En las viejas sociedades comunistas, en algún momento un grupo se diferenció creando los “ricos y pobres”.
Todas las sociedades tuvieron sus mitos justificadores como ser, por ejemplo el “orden de Dios”, entre otras. Estas diversas relaciones conducen a cambios ideológicos y los mitos ocultan estos procesos de producción.
La estratificación económica no considera los mecanismos sociales y son origen del estatus o poder. Las clases sociales están definidas por la apropiación del excedente de la producción (estos propietarios controlan lo político, social, etc.) que condujo a la esclavitud y a la primitiva sociedad de clases. Llega un punto en que este sistema se traba, llevándose a cabo una revolución social, que motorizan la historia.
Las clases sociales están definidas por la actividad productiva, y ese lugar que ocupan está a su vez definido por tres rasgos: 1- la relación respecto a la producción (se vende la capacidad de trabajo a cambio de un salario en una organización jurídica que favorece al sistema); 2- el rol que se cumple dentro de la organización social (quien dirige y quien es dirigido: no es lo mismo un obrero ni un jefe de losa distintos sectores industriales); 3- el monto de riquezas percibido (la distribución de las riquezas obtenidas en la producción).
Las clases funcionan como conductas sociales y nos preexisten produciéndonos, y nosotros recreamos y transformamos dichas relaciones que se expresan en la vida cotidiana afectando nuestras representaciones. Así se refutan las teorías neoliberales de la inexistencia de clases. Es importante destacar que la complejidad social no es reductible a dos clases fundamentales, sino que existen categorías medias: pueblo, semiproletariado, asalariados, pequeñas burguesías urbanas, intelectuales, estudiantes, etc. Por lo tanto, hay que estudiar la particularidad social de los sujetos en su génesis, ubicados en tiempo y espacio específicos. Así también no existe el capitalismo absoluto como tal, pero sí sectores particulares del mismo.
Para realizar un análisis eficiente no debemos olvidar el país y su situación particular y asumir la complejidad de la relación entre individuo y clases en sus tres factores: origen de clases; rol dentro de la clase y posición ideológica de clases, y ver como actúa ello en la historia personal del sujeto. Cuando un individuo “progresa” la clase continúa existiendo, por lo que la educación (entendida como herramienta del sistema para perpetuarse) no es la solución al problema de clases. Éstas son dialécticas y el conflicto es el motor de la historia, en profunda relación con categorías étnicas y culturales, por lo que debemos reconsiderar las situaciones aborígenes.

Clase 2:

Recapitulación

La historia de la división de clases se caracteriza por tener su origen en una primitiva sociedad recolectora comunista que más tarde, con la aparición de la agricultura y el consecuente del excedente productivo, hizo posible la división del trabajo, y con ello la aparición de otras formas de propiedad.
Las clases sociales habían sido definidas con anterioridad no como estratos clasificados según criterios subjetivos del investigador, sino a través de una definición objetiva de la categoría clase según la cual éstas emergían de acuerdo a su ubicación en el proceso productivo. Las clases son grandes grupos de hombres que se relacionan y diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un determinado sistema de producción social, determinado por tres elementos: el primer nivel: los medios de producción; el segundo nivel: su posición en la organización social del trabajo y el tercer nivel: las relaciones de distribución del producto.

Los modos de producción

A lo largo de la historia cambiaron los modos en que el hombre se relaciona con la naturaleza, encontrándose un particular modo de producción predominante en cada sociedad determinada (la sociedad esclavista, sociedad feudal, sociedad de producción capitalista). Estos modos evolucionan gracias a las revoluciones sociales, y es después de la Revolución Francesa cuando se crea un sistema legal de defensa y protección de los bienes privados a favor de los burgueses, llegando así al actual capitalismo, donde la esclavitud es económica y la libertad es poder optar entre morir de hambre o trabajar en condiciones de explotación. El trabajador está enajenado en su trabajo, la propiedad, el tiempo libre, la ideología, etc. Este sistema capitalista sufre crisis de súper producción cíclicas.
El salario “congelado” frente al avance tecnológico, entre otros factores, genera la plusvalía de la que se apodera el capitalista.
Considerando que es el hombre el que hace su propia historia y la dialéctica del hombre producido y productor de sus condiciones de existencia, cada formación económico-social debe ser analizada en particular. En Argentina encontramos diversas clases: el pueblo, los semiproletarios, asalariados, pequeña burguesía urbana, los intelectuales, los estudiantes, el campesino pobre, el campesino medio, el campesinado rico, y también, las clases dominantes. Estas están compuestas por los terratenientes en asociación con los capitalistas extranjeros, monopolizadores de los medios de producción y el mercado, son los dueños de la estructura económico-social argentina. En medio de ellos se ubica la burguesía nacional dependiente. Por lo tanto las sociedades son concretas, únicas e irrepetibles. Los pueblos indígenas y sus problemáticas también poseen una estructura económica de fondo.
La condición de clase permea todo: paisaje, ambiente, pensamiento, etc. La discriminación es reflejo de la idea dominante feudal de la época de las colonias que se cristaliza en nuestras costumbres, surgiendo nuevas formas de explotación y dependencia, como ser el artercentrismo, es decir, la creencia de que lo bueno está afuera, en Europa.
Para que haya un cambio deben cambiar el modo de producción y las estructuras sociales, suponiendo un cambio político y cultural.
El desempleo es necesario para el capitalismo y su presencia masiva genera la baja de sueldos, sobreviviendo las empresas poderosas “comiéndose” a las pequeñas. La tecnología no genera la desocupación, sino el uso social que se hace de ella: en vez de ahorrar trabajo al empleado, ahorra empleo al capitalista. Esto motoriza la competencia. La desocupación en Argentina no es solo a causa del desarrollo capitalista, sino también al atraso de fuerzas de producción (falta de industrias). Es un efecto pluricausal, no inevitable, pero para ello debe cambiar el sistema social.
Los movimientos sociales son expresión de la opresión ocasionada por el sistema, y estos no constituyen los “excluidos” del mismo, sino que demuestran el carácter social de la actividad humana, donde las instituciones surgen como mediadoras.
Otra falsa teoría (junto a la de los excluidos) es la economía virtual que lleva a grandes crisis que conducen a la ruina a un amplio sector de la población. Nunca se asiste al fin del trabajo, y el capitalismo no es la última instancia de la humanidad, como se nos intentó hacer creer.
La fuerzas armadas no constituyen una clase social, sino conforman una institución que nuclea diversos sujetos y, aunque la mayor parte provengan de las clases populares, están dentro de una institución cuyo sentido es defender al orden instituido.
Toda política expresa los intereses de una u otra clase y se refleja en el plano cultural e ideológico, en una relación dialéctica entre estructura y súperestructura.
La sociedad es un todo articulado, fundamentado en la producción, con correlato en las representaciones, es decir, las ideologías. Desde el mito de Crusoe, el orden social ha sido legitimado disfrazando la realidad, que realmente no está dividida en clases de manera natural, sino a través de los encubrimientos del sistema. Estos mecanismos de encubrimiento son: universalizar lo que es particular, eternizar lo que es histórico y naturalizar lo que es social, mecanismo de la ideología conservadora.
Se produce así una lucha ideológica, puesto que son varias las ideologías que conviven dentro de una sociedad, aunque solo algunas predominen. La práctica social rompe con las ideologías, cuando las contradice la vida cotidiana, aunque a veces se desmiente la propia percepción, por ejemplo, como lo hacen los medios.
Los hombres son sujetos de la productividad social, de la práctica, pero también de la ideología y es este el plano en el cual toman conciencia de sus conflictos y luchan por resolverlos en el plano político. (Marx).
En cuanto a la ciencia, su objetividad es imposible, los paradigmas son variados y algunos oscurecen la verdad, y otros permiten transformar el mundo; pero todos ellos inciden en el sujeto. ¿Por qué dominan los que dominan? Porque tienen el poder económico y suelen tener el poder espiritual y los medios para imponer sus concepciones. Estamos hablando de relaciones de dominio, de autoridad y de mando de unos hombres sobre otros, de unas clases sobre otras, cuyo aspecto más básico son las relaciones de coerción y de violencia.

El estado

Contraria a la concepción antropológica de Hobbes y su análisis del Estado, éste surge como una institución material y simbólica representacional y jurídica monopolizada por quién se encuentra en el gobierno y sostenido por la sociedad. Este no existió siempre, sino que se originó cuando un grupo de propietarios se vio obligado a cuidar y perpetuar su excedente. Así monopolizó las fuerzas y dicto las leyes, haciendo del Estado un instrumento de dominio y opresión que se fundamenta en la coacción. La justicia así entendida, se configura como una justicia de clases ejercida a través de la acción del Estado.
Otro instrumento del Estado, además de la coacción, es el consenso (hegemonía ideológica), ejercida por los medios de difusión montadas sobre las bases de la coacción. La actual crisis es total, incluyendo a las fuerzas armadas, donde surgen nuevas instituciones enfrentadas que luchan por el poder.
El Estado intenta dividir, impidiendo la unidad de los oprimidos y perpetuando una contradicción histórica: para beneficiar a algunos debemos perjudicar a otros. Surgen así dos aspectos diversos de la política: en la acción la política de personajes y en la ideología, el reflejo del nivel supremo de la crítica de la vida cotidiana (Riviere). Es en ese plano del poder político donde se resumen y reflejan el conjunto de las condiciones concretas de existencia social de los hombres, las contradicciones del conjunto de la estructura social y el plano en que pueden resolverse.
Analizar la historia nacional resulta fundamental, puesto que primero es necesario ver como son las cosas para poder después cambiarlas. Muchas veces la educación es tomada como sinónimo de adaptación al orden establecido, pero también es en su seno donde se gestan las ideologías capaces de criticar y contradecir las imposiciones y abusos del sistema. Resolver esta contradicción inherente al sistema educativo es la clave de la verdadera lucha.

GLOSARIO PSICOLOGÍA SOCIAL

Psicología Social: glosario (primera parte)


para entender psicología social

Biografías:

Freud: Sigmund Freud, de padres judíos, vino al mundo el 6 de mayo de 1856 en Freiberg (actualmente Pribor) en la Moravia oriental. En 1859, la familia se instaló en Leipzig, y al año siguiente fue a radicar a Viena. En 1873, S. Freud se inscribió en la Facultad de Medicina, dedicándose al estudio de las neuropatologías. Su paso a la psicopatología se produjo cuando conoció a Jean-Martin Charcot, médico especializado en enfermedades nerviosas, que practicaba la hipnosis para curar a las enfermas de histeria en el Hospital de Salpetriere de París. El Gobierno francés le concedió una beca a Freud para ir un año a estudiar en París y fue allí donde pudo observar cómo unas mujeres paralíticas con un síndrome histérico, se levantaban durante las sesiones de hipnosis de Charcot. Comprueba que hay un nivel mental que sigue funcionando en el inconsciente, incluso estando bajo los efectos de la hipnosis. En un principio, Freud procuró aliviar los síntomas de la histeria con hipnosis y electroimanes, pero pronto comprobó que las "curas" así logradas eran temporales. En la búsqueda de una cura permanente inventó un instrumento psicológico para la exploración de la personalidad, denominado asociación libre gracias al cual descubrió el reino inconsciente de la vida psíquica. Fue fundamentalmente esta exploración de la vida psíquica inconsciente de sus pacientes lo que lo inspiró para crear el psicoanálisis, realización primordial de Freud y puntal de su fama. El psicoanálisis es a la vez un método terapéutico y una teoría de la personalidad. Junto a su amigo Joseph Breuer, que también tenía una consulta en Viena, es cómo Freud hizo su paso hacia el Psicoanálisis. Breuer trataba una paciente, Anna O. que tenía desmayos, taquicardias y problemas cutáneos, pero gracias a la hipnosis estos síntomas se iban reduciendo e incluso desaparecían. Lo que producía dichos problemas en la paciente fueron los abusos sexuales que sufrió en su infancia por un familiar. Fue a partir de aquí que Freud dijo que detrás de cada problema psicológico existe también otro problema sexual.
Enrique Pichon Riviére: Psiquiatra y psicoanalista (1907-1977). Fue uno de los introductores del psicoanálisis en la Argentina, y uno de los fundadores de la APA, de la que luego tomó distancia para dedicarse a la construcción de una teoría social que interpreta al individuo como la resultante de su relación con objetos externos e internos. En este marco, fundó la Escuela de Psicología Social.
Enrique Pichon Riviére nació en Suiza en 1907, y de muy pequeño vino a la Argentina. Su infancia transcurrió en el Chaco y en Corrientes, donde aprendió "el guaraní antes que el castellano", como él decía. Estudió medicina, psiquiatría y antropología, aunque abandonó estos últimos estudios para desarrollar su carrera como psiquiatra y psicoanalista, convirtiéndose en uno de los introductores del psicoanálisis en la Argentina.
A comienzos de los '40 se convierte en uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Luego toma distancia de ella, para centrar su interés en la sociedad y la actividad grupal en el seno social, fundando la Escuela de Psicología social.
Responsable de una renovación general de la psiquiatría, Pichon Riviére introdujo la psicoterapia grupal en el país (servicio que incorporó al Hospital Psiquiátrico cuando fue su director) y los tests en la práctica de esa disciplina, impulsando también la psiquiatría infantil y adolescente. Incursionó en política, economía, deporte, ensayó hipótesis sobre mitos y costumbres de Buenos Aires, y se interesó especialmente por la creación artística estableciendo un territorio común entre la crítica literaria y la interpretación psicoanalítica de la obra como expresión de las patologías del autor.
Líder y maestro, desde la cátedra y las conferencias dirigidas al público más amplio y diverso, se convirtió en referente obligado para más de una generación de psicoterapeutas, y formó decenas de investigadores en el campo de una teoría social que interpreta al individuo como la resultante de la relación entre él y los objetos internos y externos.
Ana Quiroga: Ana Pampliega de Quiroga, o Ana Quiroga como la conocen sus colegas, es psicóloga social. Fue discípula y pareja de Enrique Pichon-Riviére y continúa con su trabajo en el estudio de las relaciones sociales.
Desde hace más de tres décadas se dedica a estudiar los fenómenos que, desde la vida cotidiana, afectan al hombre. Enunciados que se pronuncian en serio y a veces en broma, como "qué nos pasa a los argentinos", o "el problema de la economía es el malhumor de la gente", o "la dirigencia política está en crisis", son materia de estudio para Quiroga. Ella encuentra algo de verdad y de mentira en estas frases.
Ana Quiroga nació en Buenos Aires en 1937. Es psicóloga social y fundó, junto con el doctor Enrique Pichon-Riviére, la Primera Escuela Privada de Psicología Social, de la que es directora.
Es docente e integrante del Comité Científico de la maestría en Salud Mental y de la maestría en Trabajo Social, ambas en la Universidad Nacional de Entre Ríos, y ocupa los mismos cargos en la maestría en Salud Mental en la Universidad de la Patagonia Austral.
Es profesora invitada de posgrado en la Universidad Autónoma Metropolitana y en la Universidad Iberoamericana, ambas de México.
También dicta clases y coordina cursos de posgrado en la Pontificia Universidad Católica de San Pablo y Universidad Estadual de San Pablo (estas últimas de Brasil).
Presidió el Comité Organizador de las Jornadas de Homenaje a Enrique Pichon-Riviére realizadas en Buenos Aires en 1988, 1992, 1996, 2000.
Dirige la revista Temas de Psicología Social.
Escribió, entre otros, los siguientes libros: Psicología de la vida cotidiana (juntamente con el Dr. Enrique Pichon- Riviére), Proceso de constitución del mundo interno, Enfoques y perspectivas en psicología social, Ideales, mitos y utopía (en colaboración con Paulo Freire) y Crisis, procesos sociales, sujeto y grupo.

Términos técnicos:

Psicoanálisis: Teoría psicológica que tuvo su origen en los postulados de Sigmund Frud, dónde, a través del autoanálisis, se puede acceder a los procesos inconscientes que motivan nuestra conducta. El psicoanálisis es una metodología para tratar enfermedades mentales, basada en la revelación de las relaciones inconscientes, de las que la persona tratada no suele tener conocimiento.
Aparato psíquico: denominación utilizada por Freud para referirse a la estructura de la “mente”; utiliza la palabra "aparato" para subrayar la capacidad que tiene la mente para la transformación de la energía psíquica, y la existencia de partes o instancias que modulan y controlan los recorridos de dicha energía. La primera tópica dividió el aparato psíquico en tres estratos o niveles, Consciente - Preconsciente - Inconsciente, y la segunda (que no se opone a la primera sino que la integra) en tres instancias o dimensiones psíquicas, Ello - Yo - Super-yo.
Ello: El ello es la instancia o estructura del aparato psíquico más antigua; el bebé tiene sólo ello, y sólo el enfrentamiento con la realidad provocará en él la aparición del yo y del superyó. Del ello toma el sujeto la energía para el desarrollo de su vida psíquica. En el ello descansan los instintos, deseos y experiencias traumáticas. Es el enlace entre lo somático o corporal y lo mental. El principio que rige su actividad es el principio de placer y los mecanismos o procesos que dominan en él son los procesos primarios. Es inconsciente.
yo:(o "ego") es la parte de la personalidad que se organiza como consecuencia de la influencia del ambiente. Por su capacidad para evaluar y comprender la realidad, el yo le permite al sujeto superar las amenazas externas e internas. El yo se rige por el principio de realidad y en él funcionan los procesos secundarios (percepción, pensamiento, ...). Es básicamente consciente y de su dominio en la actividades del sujeto depende la salud psíquica del mismo. Es el encargado de mediar entre el las pulsiones del Ello y las exigencias de satisfacción del Superyo.
Super Yo: la importancia de la sociedad y la cultura se halla presente en la mente del individuo en el superyó. El niño aprende de sus padres el código moral y valorativo que determinará sus actitudes y motivaciones posteriores; este aprendizaje se da fundamentalmente en las etapas pregenitales y como consecuencia del temor al castigo y de la necesidad de afecto. El superyó tiene como función integrar al individuo en la sociedad. Es la instancia que va a observar y sancionar los instintos y experiencias del sujeto y que promoverá la represión de los contenidos psíquicos inaceptables.
Instinto, pulsión: es la fuerza que empuja al sujeto (incluidos los apetitos de carácter individual, propios de cada sujeto) hacia una persona, representación u objeto. Freud propone a los instintos de vida (Eros) y los instintos de muerte (Tanatos) como los instintos básicos del psiquismo humano. Técnicamente, se define como fuerzas endosomáticas, que presentan una cierta carga energética, que hacen tender el organismo hacia un fin.
Eros: caracterizados por la disposición que crean en el sujeto para formar unidades siempre mayores; Eros es siempre apetito de unión y, por ejemplo, se manifiesta en el amor, la actividad sexual y el afán por mantener la propia unidad física y psíquica.
Thanatos: todo ser vivo manifiesta también una disposición a la disgregación, a la ruptura de la unidad entre sus distintas partes para volver al estado desorganizado y, en último término, inanimado. Tanatos es siempre un apetito de pasividad, de separación y de disolución de unidades. Las manifestaciones patológicas de este instinto son el sadismo, el masoquismo, el suicidio, la violencia.

Marxismo: doctrina de marx, engels y sus seguidores, caracterizada por una teorización y crítica de la economía política, basada en la práctica revolucionari, dónde tuvieron gran preponderancia pensadores alemanes. las principales escuelas marxistas son la soviética (plejanov, lenin, trotsky y stalin), la escuela de frankfurt (marcase, adorno, haberlas), el marxismo estructuralista (althusser) y el marxismo existencialista (sartre)
Dinámica: Indica movimento, cambio o desarrollo.
Dialéctica: Significa movimiento, cambio, relación reciproca entre dos polos. Hegel subrayó con gran fuerza el carácter variable de todo lo existente, concibió la vida del mundo como un proceso donde toda propiedad se transforma en su contraria
Materialismo dialéctico: el materialismo dialéctico afirma que los fenómenos materiales son procesos. Hegel insistió en el carácter global y dialéctico de los cambios en los procesos naturales, pero consideraba a estos cambios manifestaciones del «Espíritu» (Metafísicos). El materialismo rechaza esta concepción espiritual y tralada el concepto de dialéctica a las relaciones materiales. El carácter de lucha y oposición de contrarios es, según Engels, universal.
Materialismo histórico: Engels aplicó este nombre a la manera de interpretar histórica propuesta por Marx, que consiste en reconocer que los factores económicos (técnicas de trabajo y de producción, relaciones de trabajo y de producción) juegan un papel determinante en los acontecimientos históricos. La historia es un proceso de luchas de clases entre opresores y oprimidos.
Estructura: Según Marx, la estructura es la base que sostiene y determina el orden social e histórico, identificada con la economía y los medios de producción disponibles y su administración.
Superestructura: es el aparato ideológico, el conjunto de ideas y representaciones que surgen que la estructura de una sociedad.
Praxis: Para Marx, el hombre es ante todo un ser práctico, de acción. Es en la Praxis dónde se define como hombre a través de su relación de transformación de la naturaleza.

Psicología social: Escuela psicológica fundada por E.P.Riviere, quién, partiendo del psicoanálisis e influenciado por las teorías marxistas, redimensiona la concepción de la psiquis humana otorgando a la relación con el medio un papel determinante en su estructuración.
Método dialéctico: consiste en utilizar el concepto de Dialéctica como un método de análisis de lo real, considerando siempre las interrelaciones que se producen entre los fenómenos.
Necesidad: Monto de carencia que debe ser solucionado en un proceso de interacción. Son producidas por el contexto y sólo se satisfacen en él, modificando a su vez al individuo y a la propia necesidad. Aparece como la condición interna en la que el sujeto es producido.
Naturaleza humana: concepto rechazado por la psicología social, que considera que el hombre, innatamente, posee conductas o roles determinados por su constitución biológica que debe cumplir o realizar.
Concepción antropológica: la concepción antropológica de la psicología social se encuentra enfrentada con la postulada por el psicoanálisis. Para Pichón, el sujeto es un ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente en relaciones que lo determinan, es producido en una praxis, no hay nada en él que no sea la resultante de la interacción entre individuos, grupos y clases. El contexto surge así como factor determinante, al contrario de la teoría instintivista.
Adaptación activa-adaptación pasiva: según Riviere, la concepción psicoanalítica tiende a fomentar la adaptación pasiva de los sujetos a la sociedad, tornándolos acríticos al encontrarse al servicio de las clases dominantes que intentan ocultar las verdaderas relaciones de producción de lo psíquico. La adaptación activa del sujeto estaría dada por su actividad crítica ante la vida cotidiana, proceso que se realiza al interpretar la realidad y actuar para cambiarla.
Estructura vincular: En oposición a la estructura del aparato psíquico propuesta por Freud, Pichón considera que el psiquismo del sujeto se encuentra determinado por una relación vincular con el mundo exterior, relación que consta de dos dimensiones: intrasubjetiva e intersubjetiva. La primera de ellas hace alusión al aspecto interno del sujeto, también llamado mundo interno, aspecto psicosocial, psiquis, grupo interno o fantasías inconscientes. La segunda dimensión, la intersubjetiva, alude al aspecto externo del sujeto, a su contexto, al aspecto sociodinámico, también denominado mundo externo, grupo externo, medio, realidad, etc.
Génesis de las fantasías inconscientes: este término intenta responder a cómo se forman nuestra representación mental de la realidad, nuestros pensamientos, ideologías, concepción del mundo, estereotipos, prejuicios, etc, también llamados fantasías inconcientes. Según Pichón, esta “génesis”, esta “formación de lo interno”, es una de los grandes puntos de estudio y análisis de la psicología social, y estaría determinada por nuestra interacción con el medio.
Enfermedad mental o patología: Desde la perspectiva psicoanalítica, se considera “enfermo” al sujeto, al que se debe tratar y curar, pero desde la psicología social, es sólo un emergente de un “contexto enfermo”, que produce esa clase de conductas patológicas en los sujetos, por lo que el abordaje de las patologías resulta diametralmente distinto en ambas psicologías.
Criterio de Salud: el criterio de salud para la psicología social está determinado por su concepción antropológica: el hombre es un sujeto sano mientras sea capaz de aprender la realidad, criticarla y transformarla, transformándose a su vez el mismo en una interrelación dialéctica con el medio. Dentro de esta concepción, no se es sano por no sufrir problemas, ni tampoco se está enfermo por tenerlos; es nuestra capacidad para superar las dificultades que se nos presentan y de modificar nuestro medio para lograr solucionarlas lo que nos confiere el status de “saludable” o “enfermo”.
Weltanschaung” o concepción del mundo: es nuestro sistema social de representaciones, una ideología que se evidencia en la práctica, conformada por la inscripción en nuestro interior del orden histórico social, de la cultura, el orden simbólico, específicamente humano.
Mundo interno y mundo externo: véase “Estructura Vincular”
ECRO o Esquema Conceptual Referencial y Operativo: es un conjunto organizado de nociones de un sector de lo real, que se utiliza como marco teórico-práctico para el análisis de algún objeto en particular. Son un sistema de conceptos que nos permiten abordar un sector de lo real. (El ECRO de la Psicología Social está compuesto por las teorías, conceptos y postulados realizados, principalmente, por Pichón Rvierre)
Campo Operacional: sector de lo real dónde la psicología social opera activamente para lograr la integración dialéctica entre teoría y práctica. El campo operacional privilegiado son los grupos, que permiten analizar las interrelaciones entre mundo interno-contexto, a través de la observación de las formas de interacción, los mecanismos de adjudicación y asunción de roles.
Grupos: se constituyen como el campo operacional de la psicología social por excelencia. Es el conjunto restringido de personas, ligadas entre sí por constantes de tiempo y espacio y articuladas por su mutua representación interna, que se propone en forma explícita o implícita una tarea que constituye su finalidad. La praxis de la psicología social se lleva adelante en los denominados grupos operativos.
Grupo operativo y técnica operativa: Un grupo operativo se caracteriza por estar destinado a cumplir un objetivo en común que comparten todos sus miembros. La tarea grupal es bordaba a través de una técnica grupal, que se caracteriza por tener que esclarecer las acciones para que se cumpla el objetivo buscado. Durante esta técnica se deben esclarecer los estereotipos, superar las ambigüedades, analizar las contradicciones, las formas de comunicación, entre otros aspectos que pudieren surgir de la praxis, siempre considerando las posibles resistencias al cambio.
Grupo interno y Grupo Externo: véase “Estructura Vincular”
Didáctica: la enseñanza, para la psicología social, consta de dos tareas: una informativa y otra formativa. En la praxis realizada con los grupos operacionales, se intenta elaborar las ansiedades emergentes, considerando que esta didáctica está caracteriza por poseer un grupo definido de conceptos que son abordados desde lo general hacia lo particular, es interdisciplinaria, instrumentada por los grupos, dónde aprender significa abordar críticamente la realidad para poder modificarla.
Crítica de la vida cotidiana: tiene como principal objetivo develar los mitos, los estereotipos, los prejuicios, las falsas necesidades impuestas por un orden social que intenta dominarnos y perpetuarse. Para poder aprender, para poder hacer ciencia y alcanzar un conocimiento objetivo, para ser un individuo sano, es necesario realizar una constante evaluación crítica de nuestras actitudes y acciones cotidianas.
Conocimiento Objetivo: considerando que las clases dominantes intentan enmascarar, oscurecer la realidad, un conocimiento objetivo, científico, se alcanzará sólo mediante la crítica de la vida cotidiana, analizando los mitos impuestos para el beneficio del sistema, que intentan “naturalizar lo social”, “eternizar lo histórico” y “universalizar lo particular”. Logrando esto, se descubrirán las verdaderas relaciones entre naturaleza, hombre y sociedad.
Evaluación: la evaluación, según esta escuela, debe realizarse de manera procesal, es decir, considerando los avances del grupo operativo durante todo el proceso de aprendizaje. Se valora la capacidad crítica de lo real formada en el sujeto durante el proceso, teniendo en cuenta diversos criterios como ser la afiliación, pertenencia, cooperación, pertinencia, comunicación, aprendizaje, actitud ante el cambio y capacidad de planificación.
Violencia: esta problemática, abordada desde la perspectiva psicoanalítica, encuentra su justificación en la propia “naturaleza humana”, ya que Freud considera que el hombre posee un instinto natural de destrucción, inevitable e irreprimible (Tanatos). Desde la perspectiva antropológica de Leakey, el nombre no es naturalmente agresivo, sino que se torna violento a partir del paso del modo de supervivencia cazador-recolector a la producción agrícola, ya que este hecho alteró la naturaleza permitiendo la acumulación de bienes y la necesidad de protegerlos, originándose así la agresividad entre los seres humanos. La concepción de la psicología social concuerda en parte con esta perspectiva antropológica, y encuentra el origen de la violencia en la presión ejercida por un sistema que no permite satisfacer las necesidades de los individuos, tornándose, en consecuencia, agresivos.

Fuentes:
Leakey. Los orígenes del hombre
Quiroga-Riviere. Crítica de la vida cotidiana
Quiroga-Riviere. Del psicoanálisis a la Psicología Social
Pichón Riviere. Freud: Punto de partida de la psicología Social
Riviere-Quiroga. Aportaciones a la Didáctica de la Psicología Social
Quiroga, Ana. Fundamentos de una Psicología Social
Freud, Sigmund. El Aparato Psíquico
Freud. El Porqué de la Guerra
Ferrater Mora. Diccionario de Filosofía
Abagnano, Nicolás. Historia de la Filosofía

martes, 4 de septiembre de 2007

Intercambio epistolar entre Albert Einstein y Sigmund Freud

Carta de Einstein a Freud
Caputh, cerca de Potsdam, 30 de julio de 1932
Estimado profesor Freud:
La propuesta de la Liga de las Naciones y de su Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en París para que invite a alguien, elegido por mí mismo, a un franco intercambio de ideas sobre cualquier problema que yo desee escoger me brinda una muy grata oportunidad de debatir con usted una cuestión que, tal como están ahora las cosas, parece el más imperioso de todos los problemas que la civilización debe enfrentar. El problema es este: ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? Es bien sabido que, con el avance de la ciencia moderna, este ha pasado a ser un asunto de vida o muerte para la civilización tal cual la conocemos; sin embargo, pese al empeño que se ha puesto, todo intento de darle solución ha terminado en un lamentable fracaso.Creo, además, que aquellos que tienen por deber abordar profesional y prácticamente el problema no hacen sino percatarse cada vez más de su impotencia para ello, y albergan ahora un intenso anhelo de conocer las opiniones de quienes, absorbidos en el quehacer científico, pueden ver los problemas del mundo con la perspectiva que la distancia ofrece. En lo que a mí atañe, el objetivo normal de mi pensamiento no me hace penetrar las oscuridades de la voluntad y el sentimiento humanos. Así pues, en la indagación que ahora se nos ha propuesto, poco puedo hacer más allá de tratar de aclarar la cuestión y, despejando las soluciones más obvias, permitir que usted ilumine el problema con la luz de su vasto saber acerca de la vida pulsional del hombre. Hay ciertos obstáculos psicológicos cuya presencia puede borrosamente vislumbrar un lego en las ciencias del alma, pero cuyas interrelaciones y vicisitudes es incapaz de imaginar; estoy seguro de que usted podrá sugerir métodos educativos, más o menos ajenos al ámbito de la política, para eliminar esos obstáculos.Siendo inmune a las inclinaciones nacionalistas, veo personalmente una manera simple de tratar el aspecto superficial (o sea, administrativo) del problema: la creación, con el consenso internacional, de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir cualquier conflicto que surgiere entre las naciones. Cada nación debería avenirse a respetar las órdenes emanadas de este cuerpo legislativo, someter toda disputa a su decisión, aceptar sin reserva sus dictámenes y llevar a cabo cualquier medida que el tribunal estimare necesaria para la ejecución de sus decretos. Pero aquí, de entrada, me enfrento con una dificultad; un tribunal es una institución humana que, en la medida en que el poder que posee resulta insuficiente para hacer cumplir sus veredictos, es tanto más propenso a que estos últimos sean desvirtuados por presión extrajudicial. Este es un hecho que debemos tener en cuenta; el derecho y el poder van inevitablemente de la mano, y las decisiones jurídicas se aproximan más a la justicia ideal que demanda la comunidad (en cuyo nombre e interés se pronuncian dichos veredictos) en tanto y en cuanto esta tenga un poder efectivo para exigir respeto a su ideal jurídico. Pero en la actualidad estamos lejos de poseer una organización supranacional competente para emitir veredictos de autoridad incontestable e imponer el acatamiento absoluto a la ejecución de estos. Me veo llevado, de tal modo, a mi primer axioma: el logro de seguridad internacional implica la renuncia incondicional, en una cierta medida, de todas las naciones a su libertad de acción, vale decir, a su soberanía, y está claro fuera de toda duda que ningún otro camino puede conducir a esa seguridad.El escaso éxito que tuvieron, pese a su evidente honestidad, todos los esfuerzos realizados en la última década para alcanzar esta meta no deja lugar a dudas de que hay en juego fuertes factores psicológicos, que paralizan tales esfuerzos. No hay que andar mucho para descubrir algunos de esos factores. El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Este hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo guiado por aspiraciones puramente mercenarias, económicas. Pienso especialmente en ese pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que una ocasión para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal.Ahora bien, reconocer este hecho obvio no es sino el primer paso hacia una apreciación del actual estado de cosas. Otra cuestión se impone de inmediato: ¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos? (Al referirme a la mayoría, no excluyo a los soldados de todo rango que han elegido la guerra como profesión en la creencia de que con su servicio defienden los más altos intereses de la raza, y de que el ataque es a menudo el mejor método de defensa.) Una respuesta evidente a esta pregunta parecería ser que la minoría, la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y por lo general también la Iglesia. Esto les permite organizar y gobernar las emociones de las masas, y convertirlas en su instrumento.Sin embargo, ni aun esta respuesta proporciona una solución completa. De ella surge esta otra pregunta: ¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible: porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción. En épocas normales esta pasión existe en estado latente, y únicamente emerge en circunstancias inusuales; pero es relativamente sencillo ponerla en juego y exaltarla hasta el poder de una psicosis colectiva. Aquí radica, tal vez, el quid de todo el complejo de factores que estamos considerando, un enigma que el experto en el conocimiento de las pulsiones humanas puede resolver.Y así llegamos a nuestro último interrogante: ¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y la destructividad? En modo alguno pienso aquí solamente en las llamadas «masas ¡letradas». La experiencia prueba que es más bien la llamada «intelectualidad» la más proclive a estas desastrosas sugestiones colectivas, ya que el intelectual no tiene contacto directo con la vida al desnudo ' sino que se topa con esta en su forma sintética más sencilla: sobre la página impresa.Para terminar: hasta ahora sólo me he referido a las guerras entre naciones, a lo que se conoce como conflictos internacionales. Pero sé muy bien que la pulsión agresiva opera bajo otras formas y en otras circunstancias. (Pienso en las guerras civiles, por ejemplo, que antaño se debían al fervor religioso, pero en nuestros días a factores sociales; o, también, en la persecución de las minorías raciales.) No obstante, mi insistencia en la forma más típica, cruel y extravagante de conflicto entre los hombres ha sido deliberada, pues en este caso tenemos la mejor oportunidad de descubrir la manera y los medios de tornar imposibles todos los conflictos armados.Sé que en sus escritos podemos hallar respuestas, explícitas o tácitas, a todos los aspectos de este urgente y absorbente problema. Pero sería para todos nosotros un gran servicio que usted expusiese el problema de la paz mundial a la luz de sus descubrimientos más recientes, porque esa exposición podría muy bien marcar el camino para nuevos y fructíferos modos de acción.
Muy atentamente,
Albert Einstein

Carta de Freud a EinsteinViena, setiembre de 1932
Estimado profesor Einstein:
Cuando me enteré de que usted se proponía invitarme a un intercambio de ideas sobre un tema que le interesaba y que le parecía digno del interés de los demás, lo acepté de buen grado. Esperaba que escogería un problema situado en la frontera de lo cognoscible hoy, y hacia el cual cada uno de nosotros, el físico y el psicólogo, pudieran abrirse una particular vía de acceso, de suerte que se encontraran en el mismo suelo viniendo de distintos lados. Luego me sorprendió usted con el problema planteado: qué puede hacerse para defender a los hombres de los estragos de la guerra. Primero me aterré bajo la impresión de mí -a punto estuve de decir «nuestra»- incompetencia, pues me pareció una tarea práctica que es resorte de los estadistas. Pero después comprendí que usted no me planteaba ese problema como investigador de la naturaleza y físico, sino como un filántropo que respondía a las sugerencias de la Liga de las Naciones en una acción semejante a la de Fridtjof Nansen, el explorador del Polo, cuando asumió la tarea de prestar auxilio a los hambrientos y a las víctimas sin techo de la Guerra Mundial. Recapacité entonces, advirtiendo que no se me invitaba a ofrecer propuestas prácticas, sino sólo a indicar el aspecto que cobra el problema de la prevención de las guerras para un abordaje psicológico.Pero también sobre esto lo ha dicho usted casi todo en su carta. Me ha ganado el rumbo de barlovento, por así decir, pero de buena gana navegaré siguiendo su estela y me limitaré a corroborar todo cuanto usted expresa, procurando exponerlo más ampliamente según mi mejor saber -o conjeturar-.Comienza usted con el nexo entre derecho y poder. Es ciertamente el punto de partida correcto para nuestra indagación. ¿Estoy autorizado a sustituir la palabra «poder» por «violencia» {«Gewalt»}, más dura y estridente? Derecho y violencia son hoy opuestos para nosotros. Es fácil mostrar que uno se desarrolló desde la otra, y si nos remontamos a los orígenes y pesquisamos cómo ocurrió eso la primera vez, la solución nos cae sin trabajo en las manos. Pero discúlpeme sí en lo que sigue cuento, como si fueran algo nuevo, cosas que todos saben y admiten; es la trabazón argumental la que me fuerza a ello.Pues bien; los conflictos de intereses entre los hombres se zanjan en principio mediante la violencia. Así es en todo el reino animal, del que el hombre no debiera excluirse; en su caso se suman todavía conflictos de opiniones, que alcanzan hasta el máximo grado de la abstracción y parecen requerir de otra técnica para resolverse. Pero esa es una complicación tardía. Al comienzo, en una pequeña horda de seres humanos, era la fuerza muscular la que decidía a quién pertenecía algo o de quién debía hacerse la voluntad. La fuerza muscular se vio pronto aumentada y sustituida por el uso de instrumentos: vence quien tiene las mejores armas o las emplea con más destreza. Al introducirse las armas, ya la superioridad mental empieza a ocupar el lugar de la fuerza muscular bruta; el propósito último de la lucha sigue siendo el mismo: una de las partes, por el daño que reciba o por la paralización de sus fuerzas, será constreñida a deponer su reclamo o su antagonismo. Ello se conseguirá de la manera más radical cuando la violencia elimine duraderamente al contrincante, o sea, cuando lo mate. Esto tiene la doble ventaja de impedir que reinicie otra vez su oposición y de que su destino hará que otros se arredren de seguir su ejemplo. Además, la muerte del enemigo satisface una inclinación pulsional que habremos de mencionar más adelante. Es posible que este propósito de matar se vea contrariado por la consideración de que puede utilizarse al enemigo en servicios provechosos si, amedrentado, se lo deja con vida. Entonces la violencia se contentará con someterlo en vez de matarlo. Es el comienzo del respeto por la vida del enemigo, pero el triunfador tiene que contar en lo sucesivo con el acechante afán de venganza del vencido y así resignar una parte de su propia seguridad.He ahí, pues, el estado originario, el imperio del poder más grande, de la violencia bruta o apoyada en el intelecto. Sabemos que este régimen se modificó en el curso del desarrollo, cierto camino llevó de la violencia al derecho. ¿Pero cuál camino? Uno solo, yo creo. Pasó a través del hecho de que la mayor fortaleza de uno podía ser compensada por la unión de varios débiles. «L'union fait la force». La violencia es quebrantada por la unión, y ahora el poder de estos unidos constituye el derecho en oposición a la violencia del único. Vemos que el derecho es el poder de una comunidad. Sigue siendo una violencia pronta a dirigirse contra cualquier individuo que le haga frente; trabaja con los mismos medios, persigue los mismos fines; la diferencia sólo reside, real y efectivamente, en que ya no es la violencia de un individuo la que se impone, sino la de la comunidad. Ahora bien, para que se consume ese paso de la violencia al nuevo derecho es preciso que se cumpla una condición psicológica. La unión de los muchos tiene que ser permanente, duradera. Nada se habría conseguido si se formara sólo a fin de combatir a un hiperpoderoso y se dispersara tras su doblegamiento. El próximo que se creyera más potente aspiraría de nuevo a un imperio violento y el juego se repetiría sin término. La comunidad debe ser conservada de manera permanente, debe organizarse, promulgar ordenanzas, prevenir las sublevaciones temidas, estatuir órganos que velen por la observancia de aquellas -de las leyes- y tengan a su cargo la ejecución de los actos de violencia acordes al derecho. En la admisión de tal comunidad de intereses se establecen entre los miembros de un grupo de hombres unidos ciertas ligazones de sentimiento, ciertos sentimientos comunitarios en que estriba su genuina fortaleza.Opino que con ello ya está dado todo lo esencial: el doblegamiento de la violencia mediante el recurso de trasferir el poder a una unidad mayor que se mantiene cohesionada por ligazones de sentimiento entre sus miembros. Todo lo demás son aplicaciones de detalle y repeticiones. Las circunstancias son simples mientras la comunidad se compone sólo de un número de individuos de igual potencia. Las leyes de esa asociación determinan entonces la medida en que el individuo debe renunciar a la libertad personal de aplicar su fuerza como violencia, a fin de que sea posible una convivencia segura. Pero semejante estado de reposo {Ruhezustand} es concebible sólo en la teoría; en la realidad, la situación se complica por el hecho de que la comunidad incluye desde el comienzo elementos de poder desigual, varones y mujeres, padres e hijos, y pronto, a consecuencia de la guerra y el sometimiento, vencedores y vencidos, que se trasforman en amos y esclavos. Entonces el derecho de la comunidad se convierte en la expresión de las desiguales relaciones de poder que imperan en su seno; las leyes son hechas por los dominadores y para ellos, y son escasos los derechos concedidos a los sometidos. A partir de allí hay en la comunidad dos fuentes de movimiento en el derecho {Rechtsunruhe}, pero también de su desarrollo. En primer lugar, los intentos de ciertos individuos entre los dominadores para elevarse por encima de todas las limitaciones vigentes, vale decir, para retrogradar del imperio del derecho al de la violencia; y en segundo lugar, los continuos empeños de los oprimidos para procurarse más poder y ver reconocidos esos cambios en la ley, vale decir, para avanzar, al contrario, de un derecho desparejo a la igualdad de derecho. Esta última corriente se vuelve particularmente sustantiva cuando en el interior de la comunidad sobrevienen en efecto desplazamientos en las relaciones de poder, como puede suceder a consecuencia de variados factores históricos. El derecho puede entonces adecuarse poco a poco a las nuevas relaciones de poder, o, lo que es más frecuente, si la clase dominante no está dispuesta a dar razón de ese cambio, se llega a la sublevación, la guerra civil, esto es, a una cancelación temporaria del derecho y a nuevas confrontaciones de violencia tras cuyo desenlace se instituye un nuevo orden de derecho. Además, hay otra fuente de cambio del derecho, que sólo se exterioriza de manera pacífica: es la modificación cultural de los miembros de la comunidad; pero pertenece a un contexto que sólo más tarde podrá tomarse en cuenta.Vemos, pues, que aun dentro de una unidad de derecho no fue posible evitar la tramitación violenta de los conflictos de intereses. Pero las relaciones de dependencia necesaria y de recíproca comunidad que derivan de la convivencia en un mismo territorio propician una terminación rápida de tales luchas, y bajo esas condiciones aumenta de continuo la probabilidad de soluciones pacíficas. Sin embargo, un vistazo a la historia humana nos muestra una serie incesante de conflictos entre un grupo social y otro o varios, entre unidades mayores y menores, municipios, comarcas, linajes, pueblos, reinos, que casi siempre se deciden mediante la confrontación de fuerzas en la guerra. Tales guerras desembocan en el pillaje o en el sometimiento total, la conquista de una de las partes. No es posible formular un juicio unitario sobre esas guerras de conquista. Muchas, como las de los mongoles y turcos, no aportaron sino infortunio; otras, por el contrarío, contribuyeron a la trasmudación de violencia en derecho, pues produjeron unidades mayores dentro de las cuales cesaba la posibilidad de emplear la violencia y un nuevo orden de derecho zanjaba los conflictos. Así, las conquistas romanas trajeron la preciosa pax romana para los pueblos del Mediterráneo. El gusto de los reyes franceses por el engrandecimiento creó una Francia floreciente, pacíficamente unida. Por paradójico que suene, habría que confesar que la guerra no sería un medio inapropiado para establecer la anhelada paz «eterna», ya que es capaz de crear aquellas unidades mayores dentro de las cuales una poderosa violencia central vuelve imposible ulteriores guerras. Empero, no es idónea para ello, pues los resultados de la conquista no suelen ser duraderos; las unidades recién creadas vuelven a disolverse las más de las veces debido a la deficiente cohesión de la parte unida mediante la violencia. Además, la conquista sólo ha podido crear hasta hoy uniones parciales, si bien de mayor extensión, cuyos conflictos suscitaron más que nunca la resolución violenta. Así, la consecuencia de todos esos empeños guerreros sólo ha sido que la humanidad permutara numerosas guerras pequeñas e incesantes por grandes guerras, infrecuentes, pero tanto más devastadoras.Aplicado esto a nuestro presente, se llega al mismo resultado que usted obtuvo por un camino más corto. Una prevención segura de las guerras sólo es posible si los hombres acuerdan la institución de una violencia central encargada de entender en todos los conflictos de intereses. Evidentemente, se reúnen aquí dos exigencias: que se cree una instancia superior de esa índole y que se le otorgue el poder requerido. De nada valdría una cosa sin la otra. Ahora bien, la Liga de las Naciones se concibe como esa instancia, mas la otra condición no ha sido cumplida; ella no tiene un poder propio y sólo puede recibirlo sí los miembros de la nueva unión, los diferentes Estados, se lo traspasan. Por el momento parece haber pocas perspectivas de que ello ocurra. Pero se miraría incomprensivamente la institución de la Liga de las Naciones si no se supiera que estamos ante un ensayo pocas veces aventurado en la historia de la humanidad -o nunca hecho antes en esa escala-. Es el intento de conquistar la autoridad -es decir, el influjo obligatorio-, que de ordinario descansa en la posesión del poder, mediante la invocación de determinadas actitudes ideales. Hemos averiguado que son dos cosas las que mantienen cohesionada a una comunidad: la compulsión de la violencia y las ligazones de sentimiento -técnicamente se las llama identificaciones- entre sus miembros. Ausente uno de esos factores, es posible que el otro mantenga en pie a la comunidad. Desde luego, aquellas ideas sólo alcanzan predicamento cuando expresan importantes relaciones de comunidad entre los miembros. Cabe preguntar entonces por su fuerza. La historia enseña que de hecho han ejercido su efecto. Por ejemplo, la idea panhelénica, la conciencia de ser mejores que los bárbaros vecinos, que halló expresión tan vigorosa en las anfictionías, los oráculos y las olimpíadas, tuvo fuerza bastante para morigerar las costumbres guerreras entre los griegos, pero evidentemente no fue capaz de prevenir disputas bélicas entre las partículas del pueblo griego y ni siquiera para impedir que una ciudad o una liga de ciudades se aliara con el enemigo persa en detrimento de otra ciudad rival. Tampoco el sentimiento de comunidad en el cristianismo, a pesar de que era bastante poderoso, logró evitar que pequeñas y grandes ciudades cristianas del Renacimiento se procuraran la ayuda del Sultán en sus guerras recíprocas. Y por lo demás, en nuestra época no existe una idea a la que pudiera conferirse semejante autoridad unificadora. Es harto evidente que los ideales nacionales que hoy imperan en los pueblos los esfuerzan a una acción contraria. Ciertas personas predicen que sólo el triunfo universal de la mentalidad bolchevique podrá poner fin a las guerras, pero en todo caso estamos hoy muy lejos de esa meta y quizá se lo conseguiría sólo tras unas espantosas guerras civiles. Parece, pues, que el intento de sustituir un poder objetivo por el poder de las ideas está hoy condenado al fracaso. Se yerra en la cuenta si no se considera que el derecho fue en su origen violencia bruta y todavía no puede prescindir de apoyarse en la violencia.Ahora puedo pasar a comentar otra de sus tesis. Usted se asombra de que resulte tan fácil entusiasmar a los hombres con la guerra y, conjetura, algo debe de moverlos, una pulsión a odiar y aniquilar, que transija con ese azuzamiento. También en esto debo manifestarle mi total acuerdo. Creemos en la existencia de una pulsión de esa índole y justamente en los últimos años nos hemos empeñado en estudiar sus exteriorizaciones. ¿Me autoriza a exponerle, con este motivo, una parte de la doctrina de las pulsiones a que hemos arribado en el psicoanálisis tras muchos tanteos y vacilaciones?Suponemos que las pulsiones del ser humano son sólo de dos clases: aquellas que quieren conservar y reunir -las llamamos eróticas, exactamente en el sentido de Eros en El banquete de Platón, o sexuales, con una conciente ampliación del concepto popular de sexualidad-, y otras que quieren destruir y matar; a estas últimas las reunimos bajo el título de pulsión de agresión o de destrucción. Como usted ve, no es sino la trasfiguración teórica de la universalmente conocida oposición entre amor y odio; esta quizá mantenga un nexo primordial con la polaridad entre atracción y repulsión, que desempeña un papel en la disciplina de usted. Ahora permítame que no introduzca demasiado rápido las valoraciones del bien y el mal. Cada una de estas pulsiones es tan indispensable como la otra; de las acciones conjugadas y contrarias de ambas surgen los fenómenos de la vida. Parece que nunca una pulsión perteneciente a una de esas clases puede actuar aislada; siempre está conectada -decimos: aleada- con cierto monto de la otra parte, que modifica su meta o en ciertas circunstancias es condición indispensable para alcanzarla. Así, la pulsión de autoconservación es sin duda de naturaleza erótica, pero justamente ella necesita disponer de la agresión si es que ha de conseguir su propósito. De igual modo, la pulsión de amor dirigida a objetos requiere un complemento de pulsión de apoderamiento si es que ha de tomar su objeto. La dificultad de aislar ambas variedades de pulsión en sus exteriorizaciones es lo que por tanto tiempo nos estorbó el discernirlas.Si usted quiere dar conmigo otro paso le diré que las acciones humanas permiten entrever aún una complicación de otra índole. Rarísima vez la acción es obra de una única moción pulsional, que ya en sí y por sí debe estar compuesta de Eros y destrucción. En general confluyen para posibilitar la acción varios motivos edificados de esa misma manera. Ya lo sabía uno de sus colegas, un profesor Lichtenberg, quien en tiempos de nuestros clásicos enseñaba física en Gotinga; pero acaso fue más importante como psicólogo que como físico. Inventó la Rosa de los Motivos al decir: «Los móviles {Bewegungsgründe} por los que uno hace algo podrían ordenarse, pues, como los 32 rumbos de la Rosa de los Vientos, y sus nombres, formarse de modo semejante; por ejemplo, "pan-panfama" o "fama-famapan"». Entonces, cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una serie ¿le motivos, nobles y vulgares, unos de los que se habla en voz alta y otros que se callan. No tenemos ocasión de desnudarlos todos. Por cierto que entre ellos se cuenta el placer de agredir y destruir; innumerables crueldades de la historia y de la vida cotidiana confirman su existencia y su intensidad. El entrelazamiento de esas aspiraciones destructivas con otras, eróticas e ideales, facilita desde luego su satisfacción. Muchas veces, cuando nos enteramos de los hechos crueles de la historia, tenemos la impresión de que los motivos ideales sólo sirvieron de pretexto a las apetencias destructivas; y otras veces, por ejemplo ante las crueldades de la Santa Inquisición, nos parece como si los motivos ideales se hubieran esforzado hacía adelante, hasta la conciencia, aportándoles los destructivos un refuerzo inconciente. Ambas cosas son posibles.Tengo reparos en abusar de su interés, que se dirige a la prevención de las guerras, no a nuestras teorías. Pero querría demorarme todavía un instante en nuestra pulsión de destrucción, en modo alguno apreciada en toda su significatividad. Pues bien; con algún gasto de especulación hemos arribado a la concepción de que ella trabaja dentro de todo ser vivo y se afana en producir su descomposición, en reconducir la vida al estado de la materia inanimada. Merecería con toda seriedad el nombre de una pulsión de muerte, mientras que las pulsiones eróticas representan {repräsentieren} los afanes de la vida. La pulsión de muerte deviene pulsión de destrucción cuando es dirigida hacia afuera, hacia los objetos, con ayuda de órganos particulares. El ser vivo preserva su propia vida destruyendo la ajena, por así decir. Empero, una porción de la pulsión de muerte permanece activa en el interior del ser vivo, y hemos intentado deducir toda una serie de fenómenos normales y patológicos de esta interiorización de la pulsión destructiva. Y hasta hemos cometido la herejía de explicar la génesis de nuestra conciencia moral por esa vuelta de la agresión hacia adentro. Como usted habrá de advertir, en modo alguno será inocuo que ese proceso se consume en escala demasiado grande; ello es directamente nocivo, en tanto que la vuelta de esas fuerzas pulsionales hacia la destrucción en el mundo exterior aligera al ser vivo y no puede menos que ejercer un efecto benéfico sobre él. Sirva esto como disculpa biológica de todas las aspiraciones odiosas y peligrosas contra las que combatimos. Es preciso admitir que están más próximas a la naturaleza que nuestra resistencia a ellas, para la cual debemos hallar todavía una explicación. Acaso tenga usted la impresión de que nuestras teorías constituyen una suerte de mitología, y en tal caso ni siquiera una mitología alegre. Pero, ¿no desemboca toda ciencia natural en una mitología de esta índole? ¿Les va a ustedes de otro modo en la física hoy?De lo anterior extraemos esta conclusión para nuestros fines inmediatos: no ofrece perspectiva ninguna pretender el desarraigo de las inclinaciones agresivas de los hombres. Dicen que en comarcas dichosas de la Tierra, donde la naturaleza brinda con prodigalidad al hombre todo cuanto le hace falta, existen estirpes cuya vida trascurre en la mansedumbre y desconocen la compulsión y la agresión. Difícil me resulta creerlo, me gustaría averiguar más acerca de esos dichosos. También los bolcheviques esperan hacer desaparecer la agresión entre los hombres asegurándoles la satisfacción de sus necesidades materiales y, en lo demás, estableciendo la igualdad entre los participantes de la comunidad. Yo lo considero una ilusión, Por ahora ponen el máximo cuidado en su armamento, y el odio a los extraños no es el menos intenso de los motivos con que promueven la cohesión de sus seguidores., Es claro que, como usted mismo puntualiza, no se trata de eliminar por completo la inclinación de los hombres a agredir; puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba encontrar su expresión en la guerra.Desde nuestra doctrina mitológica de las pulsiones hallamos fácilmente una fórmula sobre las vías indirectas para combatir la guerra. Si la aquiescencia a la guerra es un desborde de la pulsíón de destrucción, lo natural será apelar a su contraría, el Eros. Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra. Tales ligazones pueden ser de dos clases. En primer lugar, vínculos como los que se tienen con un objeto de amor, aunque sin metas sexuales. El psicoanálisis no tiene motivo para avergonzarse por hablar aquí de amor, pues la religión dice lo propio: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Ahora bien, es fácil demandarlo, pero difícil cumplirlo (ver nota). La otra clase de ligazón de sentimiento es la que se produce por identificación. Todo lo que establezca sustantivas relaciones de comunidad entre los hombres provocará esos sentimientos comunes, esas identificaciones. Sobre ellas descansa en buena parte el edificio de la sociedad humana.Una queja de usted sobre el abuso de la autoridad me indica un segundo rumbo para la lucha indirecta contra la inclinación bélica. Es parte de la desigualdad innata y no eliminable entre los seres humanos que se separen en conductores y súbditos. Estos últimos constituyen la inmensa mayoría, necesitan de una autoridad que tome por ellos unas decisiones que las más de las veces acatarán incondicionalmente. En este punto habría que intervenir; debería ponerse mayor cuidado que hasta ahora en la educación de un estamento superior de hombres de pensamiento autónomo, que no puedan ser amedrentados y luchen por la verdad, sobre quienes recaería la conducción de las masas heterónomas. No hace falta demostrar que los abusos de los poderes del Estado {Staatsgewalt} y la prohibición de pensar decretada por la Iglesia no favorecen una generación así. Lo ideal sería, desde luego, una comunidad de hombres que hubieran sometido su vida pulsional a la dictadura de la razón. Ninguna otra cosa sería capaz de producir una unión más perfecta y resistente entre los hombres, aun renunciando a las ligazones de sentimiento entre ellos (ver nota). Pero con muchísima probabilidad es una esperanza utópica. Las otras vías de estorbo indirecto de la guerra son por cierto más transitables, pero no prometen un éxito rápido. No se piensa de buena gana en molinos de tan lenta molienda que uno podría morirse de hambre antes de recibir la harina.Como usted ve, no se obtiene gran cosa pidiendo consejo sobre tareas prácticas urgentes al teórico alejado de la vida social. Lo mejor es empeñarse en cada caso por enfrentar el peligro con los medios que se tienen a mano. Sin embargo, me gustaría tratar todavía un problema que usted no planteó en su carta y que me interesa particularmente: ¿Por qué nos sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros? ¿Por qué no la admitimos como una de las tantas penosas calamidades de la vida? Es que ella parece acorde a la naturaleza, bien fundada biológicamente y apenas evitable en la práctica. Que no le indigne a usted mi planteo. A los fines de una indagación como esta, acaso sea lícito ponerse la máscara de una superioridad que uno no posee realmente. La respuesta sería: porque todo hombre tiene derecho a su propia vida, porque la guerra aniquila promisorias vidas humanas, pone al individuo en situaciones indignas, lo compele a matar a otros, cosa que él no quiere, destruye preciosos valores materiales, productos del trabajo humano, y tantas cosas más. También, que la guerra en su forma actual ya no da oportunidad ninguna para cumplir el viejo ideal heroico, y que debido al perfeccionamiento de los medios de destrucción una guerra futura significaría el exterminio de uno de los contendientes o de ambos. Todo eso es cierto y parece tan indiscutible que sólo cabe asombrarse de que las guerras no se hayan desestimado ya por un convenio universal entre los hombres. Sin embargo, se puede poner en entredicho algunos de estos puntos. Es discutible que la comunidad no deba tener también un derecho sobre la vida del individuo; no es posible condenar todas las clases de guerra por igual; mientras existan reinos y naciones dispuestos a la aniquilación despiadada de otros, estos tienen que estar armados para la guerra. Pero pasemos con rapidez sobre todo eso, no es la discusión a que usted me ha invitado. Apunto a algo diferente; creo que la principal razón por la cual nos sublevamos contra la guerra es que no podemos hacer otra cosa. Somos pacifistas porque nos vemos precisados a serlo por razones orgánicas. Después nos resultará fácil justificar nuestra actitud mediante argumentos.Esto no se comprende, claro está, sin explicación. Opino lo siguiente: Desde épocas inmemoriales se desenvuelve en la humanidad el proceso del desarrollo de la cultura. (Sé que otros prefieren llamarla «civilización».) A este proceso debemos lo mejor que hemos llegado a ser y una buena parte de aquello a raíz de lo cual penamos. Sus ocasiones y comienzos son oscuros, su desenlace incierto, algunos de sus caracteres muy visibles. Acaso lleve a la extinción de la especie humana, pues perjudica la función sexual en más de una manera, y ya hoy las razas incultas y los estratos rezagados de la población se multiplican con mayor intensidad que los de elevada cultura. Quizás este proceso sea comparable con la domesticación de ciertas especies animales; es indudable que conlleva alteraciones corporales; pero el desarrollo de la cultura como un proceso orgánico de esa índole no ha pasado a ser todavía una representación familiar (ver nota). Las alteraciones psíquicas sobrevenidas con el proceso cultural son llamativas e indubitables. Consisten en un progresivo desplazamiento de las metas pulsionales y en una limitación de las mociones pulsionales. Sensaciones placenteras para nuestros ancestros se han vuelto para nosotros indiferentes o aun insoportables; el cambio de nuestros reclamos ideales éticos y estéticos reconoce fundamentos orgánicos. Entre los caracteres psicológicos de la cultura, dos parecen los más importantes: el fortalecimiento del intelecto, que empieza a gobernar a la vida pulsional, y la interiorización de la inclinación a agredir, con todas sus consecuencias ventajosas y peligrosas. Ahora bien, la guerra contradice de la manera más flagrante las actitudes psíquicas que nos impone el proceso cultural, y por eso nos vemos precisados a sublevarnos contra ella, lisa y llanamente no la soportamos más. La nuestra no es una mera repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pacifistas, una intolerancia constitucional, una idiosincrasia extrema, por así decir. Y hasta parece que los desmedros estéticos de la guerra no cuentan mucho menos para nuestra repulsa que sus crueldades.¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que los otros también se vuelvan pacifistas? No es posible decirlo, pero acaso no sea una esperanza utópica que el influjo de esos dos factores, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante los efectos de una guerra futura, haya de poner fin a las guerras en una época no lejana. Por qué caminos o rodeos, eso no podemos colegirlo. Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra (ver nota).Saludo a usted cordialmente, y le pido me disculpe si mi exposición lo ha desilusionado.
Sigmund Freud

jueves, 23 de agosto de 2007

El Adolescente y el Trabajo

“El desafío de crecer”

“El mundo de los adultos apesta” Emilio, 21 años.

Cualquiera puede oír estas palabras y notar en ellas un cierto desprecio a madurar, un intento de huir a las responsabilidades, una negación a tomarse la vida en serio. Afortunadamente, en esta ocasión no las vamos a interpretar como si fuéramos un cualquiera.
Estas palabras, a diferencia de lo que pensaría cualquiera, esconden una profunda apreciación digna de un intelecto maduro: las cosas en el ambiente adulto andan mal, por eso “apesta”.
La inserción del adolescente en el mundo laboral y el circuito de responsabilidades que esto significa se encuentra llenos de trabas y resulta discriminativo, selectivo y excluyente en la mayoría de los casos.
Una actitud típica de los empleadores es la solicitud de Curriculums donde su punto vital se encuentra en el apartado “experiencias previas”. Yo pregunto ¿cómo puede un adolescente adquirir experiencia laboral si para que lo contraten necesita justamente tener experiencia?. La aceptación de algunas paradojas son necesarias para la vida pero la aprobación de ésta raya los límites de la estupidez. Muy pocos contratan jóvenes “novatos” y los que lo hacen ven en ellos la oportunidad de abusar de su inexperiencia pagando sueldos inadmisibles o abusando de sus tiempos y capacidades.
Muchos jóvenes deben emprender trabajos particulares o dedicarse a actividades alienantes y poco remunerativas como ser paseadores de perro, cajeros de supermercados, “servimotos”, promotoras en el caso de las señoritas, etc.
Esta situación y la gran cantidad de trabajo en negro acarrean como consecuencia inestabilidad laboral, un hecho con grandes repercusiones en la vida afectiva y psicológica de los trabajadores recientemente iniciados. ¿Cómo definir un proyecto de vida, cómo planificar a futuro sabiendo que posiblemente el mes siguiente no se tenga trabajo? La inestabilidad laboral causa irremediablemente inestabilidad emocional.
Otro desalentador fenómeno característico de nuestro acontecer social es la obtención de puestos de trabajos por utilización del viejo método del “acomodo”. Jóvenes capacitados, con sus papeles rigurosamente en regla, son desplazados en las oportunidades laborales por familiares, amigos y conocidos de funcionarios públicos, directores de instituciones, sobrinos de las porteras, etc. Cualquier excusa es buena para justificar la corrupción.
Permitir, avalar, participar, consentir este tipo de actividades son netamente perjudiciales para el desarrollo provincial. Si queremos algún día construir un Jujuy meramente respetable y económicamente estable, debemos comenzar por educar y educarnos en los valores que antaño supieron ser estandarte de un sueño que, lamentablemente, nunca pudo verse realizado.
La inserción laboral del adolescente no se ve dificultada solo por causantes del tipo social, sino también por falla en las políticas educativas. La inexistencia de una educación pública y gratuita acorde a las necesidades y demandas de la sociedad obliga a los jóvenes a tener que trabajar para costearse los estudios en universidades privadas cuyo nivel educativo es altamente cuestionado, o por el contrario, deben emigrar a otras provincias a causa de lo oferta educativa reducida que presenta nuestra provincia.
Como si esto fuera poco, los alumnos deben afrontar situaciones frustrantes y desmoralizantes como ser la pérdida de clases por los reiterados paros o por irresponsabilidad y falta de compromiso ético con la tarea docente que presenta algunos mal llamados “profesores”.
Para evitar la deserción académica y lograr retener a los alumnos en las aulas hay que comenzar por ofrecer una educación de calidad cuyo nivel responda a la índole de las exigencias del estudiante.
Son muchos los adolescentes que presenten grandes aptitudes artísticas y/o técnicas-mecánicas que no encuentran su lugar adecuado en la sociedad para serles útiles a la misma. Grandes músicos, pensadores excepcionales, escritores contemporáneos, excelentes dibujantes devenidos en tatuadotes caminan por las calles sin mas oportunidades que ser empleados por alguna empresa de turno que tenga la honorable piedad de explotarlos.
El constante desprecio a las capacidades artísticas y la solo búsqueda de esclavos mas parecidos a robots que a seres humanos y que respondan a las exigencias de este mundo materialista, llevan a la pérdida de gran parte del capital cultural de nuestro pueblo. Revalidar el rol del artista, del hombre creativo, del sujeto pensante y comprometido con su entorno es una de las prioridades a las que debería apuntar la educación y el posterior desenvolvimiento laboral.
Un pintor cuyo nombre no recuerdo en este momento dijo una vez “no existe genio sin trabajo”. Es nuestra obligación guiar a los jóvenes a través de este apasionante viaje interno que es la búsqueda de la vocación para que sean consciente que cada uno de ellos esconde dentro un potencial infinito, que en cada uno habita un genio dormido que es necesario despertar si es que se quiere alguna vez alcanzar el sueño dorado de construir una sociedad donde todos sus miembros puedan llevar a cabo y con éxito sus proyectos de vida. Los invito a que todos nos pongamos manos a la obra, y… ¡Qué la fuerza nos acompañe!.

Juan Pablo Alba

Psicología Social: matrices de aprendizaje

El hombre, al ser un ser social por naturaleza, sus primeras experiencias de necesidad y
satisfacción dejan el él "huellas" que en el futuro regirán su aprender (matrices). Desde
su nacimiento, necesita satisfacer sus necesidades y la busqueda y satisfacción de estas
desencadenará en la constitución de su psiquismo. Este es un ser erotizado, con necesidades
corporales y sexuales que actualmente se encuentran reprimidas, principalmente, por su
propia familia y su estructura social. En la sociedad conviven numerosas ideologías, donde una de ellas se impone a las demás,
mitificando, encubriendo la realidad. Pero este dominio no es total, desatándose una lucha
a nivel familiar, escolar, político,etc. Con la evolución del hombre a través del tiempo surgieron nuevas estructuras y
configuraciones sociales, entre las que se destaca el capitalismo. La sexualidad fue
remplazada por el dinero y la propiedad privada. Esto lleva a la represión de los instintos
sexuales, lo que puede traer graves consecuencias, como la neurosis. Desde la constitución del ser humano, desde su origen en el útero, sus primeras
experiencias son las que determinan su forma de actuar en e futuro. Por ello es que la
represión sexual (sexual en términos Freudianos), la evasión de preguntas de los niños así
como la mentira, posteriormente pueden desencadenar en inseguridad, temor, fracaso escolar,
etc, al reprimirse en ellos el deseo de saber, la confianza en los padres, su propia
confianza, entre otros problemas. Dentro de la escuela la represión también se manifiesta, sobre todo cuando se prioriza la
enseñanza sobre el aprendizaje. Al inghresar a la escuela, el niño está acostumbrado a una
enseñanza personalizada, basada en sus propias necesidades. En el ámbito escolar esta
situación se encuentra revertida, el niño se ve obligado a asimilar contenidos que
mayoritariamente no son de su interés y donde este no tiene derecho a réplica. Así el niño
desarrolla una matriz que lo acostumbra al somentimiento, aceptando todo lo instituido
socialmente. También la educación pude sewr utilñizada como un método para dominar y controlar los pueblos.
Las matrices de aprendizaje son las que hacen que la gente tome como natural el
sometimiento ante el cual se encuentra, porque los rasgos predominantes de la ideología
reinante son naturalizar lo social, atemporalizar lo histórico y generalizar lo particular. La educación actual de nuestro país no mantiene una relación de coherencia entre los
contenidos enseñados y su entorno, lo que provoca dificultades en los procesos de
aprendizaje. Creemos que es necesario "educar para pensar", ya que la única forma posible
de sobrellevar la crisis por la que atraviesa la Argentina es despertando en sus habitantes
una visión crítica, capaz de abrirle los ojos a un pueblo dormido por el sometimiento y la
aculturalización extranjera.

JUAN PABLO ALBA

Nietzsche y la Verdad

Interpretación de la “Introducción teorética sobre la verdad y la mentira en el sentido extramoral”, de Friedrich Nietzsche

NIETZSCHE inicia su tratado demostrando la innecesidad del conocimiento humano, puesto que si el hombre antes desconocía casi todo y lograba sobrevivir, si el conocimiento desapareciera nada sucedería. El conocimiento se presenta al hombre como máscara para ocultar su cobardía, para refugiar su propia debilidad existencial en la ilusión del conocimiento. Según Nietzsche, este “arte del disimulo” “alcanza su punto culminante en el hombre”, quien a causa de su propia vanidad, inventa verdades para poder sobrevivir en este mundo. El hombre es un ser ajeno a la verdad.
Lo que el hombre considera “conocimiento” se trataría solo de formas, de captación de estímulos, pero en realidad, no sabría nada sobre sí mismo ni sobre la naturaleza.
En el estado de naturaleza el hombre solo usa su intelecto para el disimulo, elaborando un contrato de paz donde el primer paso a la verdad está constituido por el establecimiento de lo universalmente válido, enunciándose así las primeras leyes: el lenguaje.
A través de las tautologías, de los silogismos, de la lógica en general, el hombre se acostumbra a manejar ilusiones como si fueran verdades, puesto que el mismo lenguaje se trataría de una red de convenciones y mentiras. Las palabras nos limitan, puesto que nunca podrán representar un concepto universal en toda su extensión. Con las palabras no se llega a la verdad, puesto que “la cosa en si” es inasequible para nosotros y nuestro limitado lenguaje.
¿De dónde proviene la verdad? Según Nietzsche, si se la escribe con palabras, resulta imposible que provenga de la esencia de las cosas. Los conceptos universales surgen a través de una falsa igualación de la verdadera desigualdad de las cosas. La naturaleza no conoce ni formas ni conceptos, es solo una X que resulta inaccesible. ¿Qué es entonces la verdad? Según el gran pensador alemán, se trataría de relaciones, convenciones humanas elevadas a través de una ilusión al carácter de verdad.
Esta institución de la verdad surge como una imposición social, donde el hábito representa el camino que nos conduce a la verdad. A diferencia del animal, el hombre posee la capacidad “de hacer que las metáforas intuitivas se volaticen en un esquema, es decir, la capacidad de disolver una imagen en un concepto”. El hombre se muestra como el único ser capaz de realizar jerarquizaciones.
La verdad, considerada en su génesis social, nos invitaría a no atentar contra el orden de lo establecido. Es el hombre quién construye conceptos sobre bases frágiles, es decir, la verdad se establece antropomorficamente. Es así como el hombre busca la compresión de un mundo creado por el mismo hombre, y olvida que está encerrado entre metáforas de su propia ilusión. “Si escapara durante unos instantes de esa prisión, el hombre perdería la conciencia de si mismo, y le cuesta creer que los animales y los insectos perciben un mundo totalmente distinto y carece de sentido distinguir cual de las dos percepciones es la correcta, puesto que término “percepción absoluta” es un juicio contradictorio”. Las esencias no se manifiestan en el mundo empírico.
Las leyes de la naturaleza nos parecen objetivas porque todos las percibimos de igual manera, pero si todas las percepciones fueras distintas, desconfiaríamos de ellas. Solo conocemos los efectos de dichas leyes y las sumas de sus relaciones se reducen a la rigidez matemática y las representaciones de espacio y tiempo. Todas las metáforas posteriores (consideradas verdades) se construyeron a través de la imitación de tales formas primigenias.
Los conceptos se construyen primeramente por el lenguaje, y luego por la ciencia. Los mitos y el arte confunden los conceptos: “Si un artesano estuviera seguro de soñar cada noche, durante doce horas, que es un rey, sería tan feliz como el rey que todas las noches soñara durante doce horas que es un artesano” (Pascal). El ser humano, naturalmente, posee la tendencia a dejarse engañar.
Los conceptos copian la vida del hombre y cuando los deshace, remplaza los conceptos por instituciones, pero estas instituciones no siguen un camino regular que conduzca a las abstracciones.
¿Cómo arribar, entonces, a una verdad? Nietzsche nos respondería: por el camino iluminativo y liberador de la intuición. Ante la intuición el hombre enmudece o habla con metáforas, con construcciones conceptuales inauditas, que destruyen las viejas barreras conceptuales.
Los hombres racionales y los intuitivos desean el dominio de la vida y caminan juntos sobre la superficie de este mundo, recorriendo la historia de la humanidad de punta a punta, creando cultura y ciencia, viviendo mentiras y dolores, y el hombre intuitivo obtiene de sus intuiciones una defensa contra el mal, una redención, y es tan irracional en la felicidad como en el dolor. El racional, como un estoico, disimula dolores y pasiones, sin gritarse, sin alterarse, se refugia bajo la máscara del conocimiento.
Nietzsche denuncia que son necesarias, para que la vida sea soportable, tanto la verdad como la mentira. “Sin ciertas dosis de locura, nadie puede creer firmemente estar en posesión de la verdad, puesto que creer en la verdad es precisamente locura”.
Debemos abandonar la fe en el conocimiento y en la lógica, puesto que es imposible arribar a un conocimiento profundo y certero. Nietzsche se presenta así como uno de los principales detractores de la Lógica: “No es mas que la esclavitud en los lazos del lenguaje”, nos dirá él. Lo mas verdadero de este mundo es el amor, la religión y el arte, los tres poderes ilógicos.
La ciencia, para Nietzsche, consiste en “adquirir conciencia de todo lo que se posee por herencia; es el registro de las leyes firmes y rígidas de la sensación”. En el hombre no existe ningún instinto de verdad y el placer que nos ocasiona la verdad no indica un deseo de la misma. El placer de la mentira es estético, y como tal, se constituye en verdad, al no ocultar su intención de engaño.
El autor finaliza sus ideas con la tesis de que el mundo solo puede ser entendido en cuanto a sus apariencias, nunca en sus esencias o verdades. “Únicamente quien pudiera considerar la totalidad del mundo como apariencia estaría en condiciones de contemplarlo sin deseos y sin instintos: el artista y el filósofo.”

JUAN PABLO ALBA