SARTRE: Su filosofía en mi vida

SARTRE: Su filosofía en mi vida

El Existencialismo en mi vida

Jean Paul Sartre y su filosofía existencialista llegaron a mi vida como la mayoría de las cosas importantes llegan a la vida de un ser humano: sin buscarla.
Unas peregrinas de la cultura, en medio de su viaje, se cruzaron conmigo, regalándome un libro de este genio literario. Este hecho, junto a a su predicación del Santo Evangelio de los Oprimidos (la filosofía de Marx), influyeron notablemente en mi pensamiento.
a todos ellos les debo, indudablemente, gran parte de la formación intelectual que hoy es mi orgullo.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Ética, Política y Educación en el siglo XXI

El desafío de tratar temáticas tan exquisitas como son la Ética, la Política y la Educación me pareció, en un principio, un reto fascinante; pero a la hora de esbozar mi tratado, no pude más que sentirme deprimido. Las temáticas eran muy amplias, los conceptos extensos y mis conocimientos infinitamente escasos como para poder abordarlas de la manera en que un trabajo, de respetable alcurnia, se lo merecería.
Me vi obligado a optar entre dos alternativas: no realizar escrito alguno o bien, realizar una presentación sencilla, sin perderme entre los excitantes laberintos del conocimiento. Como les será fácil notarlo, me decidí por la segunda de ellas.
A continuación les presento una sucesión de ideas altamente refutables, perfectamente discutibles y lógicamente desordenadas. La liviandad del método utilizado (más literario que filosófico o científico), no me permite exponerles a ustedes más que la siguiente consecución de frases mal hilvanadas y conceptos infundados, es decir, una verdadera porquería.
Cuando prendemos el televisor, muchas veces nos encontramos con noticias y situaciones que nos hacen despreciar a ese grupo de personas que normalmente tratamos de “aves rapaces”, o “virus social”, que son los políticos. Profesionales formados idóneamente para la conducción de una sociedad son actores principales en hechos delictivos de variada índole: desde sobornos recibidos, sobornos pagados, fondos populares malversados, pasando por acomodo de familiares en puestos de trabajo no merecidos (muy común en nuestra provincia de Jujuy), hasta llegar a acosos y escándalos sexuales entre otras divertidísimas y no menos corruptas acciones que conforman una larga lista, capaz de agotar los espacios en blanco de varios rollos de papel higiénico.
¿Cómo lograr una sociedad justa, si los encargados de dirigirla y repartir justicia solo obran en pos de sus propios y viles intereses? ¿Cómo progresar si los que mandan son los primeros en obstaculizar dicho progreso? Tanto la corrupción en los más altos círculos de letrados y hombres de ley como la impunidad que envuelve sus actos, lograría enrojecer de vergüenza al mismo Lucifer.
Este tipo de conductas, esta irresponsabilidad civil por parte de los mandatarios, acarrean como consecuencias un grado preocupante de escepticismo político por parte del pueblo, generando el desinterés de los habitantes por los problemas y decisiones que afectan a su nación. De esta manera, se atenta contra uno de los más importantes principios de la política, que debiera regir actualmente: la idea de democracia. No podemos hablar de democracia en un país gobernado por la injusticia, los delitos, la falta de educación y el desinterés de los seres humanos por los propios seres humanos. Cuanto me cuesta creer que estos actos sean propios de un animal racional.
Lamentablemente, esto no ocurre solamente a nivel país, sino que la corrupción se hace latente en todos los rincones donde pueda observarse vestigios de micro-política: las organizaciones sindicales, las internas de los partidos políticos, las instituciones escolares, la familia, etc. Parecería ser que donde hay dinero y seres humanos, es inevitable que surjan los intereses individuales y por ende, la corrupción.
Como verán, es muy fácil notar la corrupción en los demás, sobre todos cuando se analiza sus conductas en masa, pero… ¿qué pasa con nosotros mismos? ¿Nuestros políticos no serán un reflejo de cada uno de nosotros? Obviamente que se trataría de un horrible reflejo, pero podría ser así.
Los seres humanos, a mi tibio entender, somos todos corruptos. El problema es que estamos acostumbrados a considerar corrupción solo hechos que trascienden la esfera de lo íntimo, que acarrean graves consecuencias o cuando se trata de grandes sumas de dinero, pero en realidad no es así. Si entendemos corrupción como el no cumplimiento de la ley (que no es más que la estipulación social de una moral deseada), todo acto que se realice en contra de estos principios debería ser considerado corrupto. Esta subestimación de la corrupción nos lleva a acostumbrarnos socialmente a ella.
“Todos son corruptos menos yo”, parece ser la idea subyacente en nuestro inconsciente colectivo, cuando en realidad a cada instante estamos cometiendo actos de corrupción, y muchas veces, nos enorgullecemos de ello. Robar señal de televisión por cable, comprar o alquilar películas copiadas, fotocopiar libros, coimear policías de transito, estacionar donde no se debe, truchar certificados médicos, buscar conocidos para colarnos en la caja del supermercado, serle infiel a la mujer amada, proclamarse estéril para copular sin protección, etc. Son hechos comunes para nosotros, e incluso se los recomendamos a nuestros amigos y parientes.
Yo mismo soy un corrupto, pues mientras pinto estas palabras con la luz del entendimiento estoy escuchando música pirateada en un CD grabado y algunos de los apuntes que he utilizado son fotocopiados. Hasta el mismo lenguaje corrompe mis ideas.
¿Qué hacer ante dicha situación? ¿Rendirse, cruzar los brazos y adaptarse a este “sálvese quien pueda” social? Me niego a ello con toda la fuerza de mi infinita ignorancia. ¿Nos ponemos todos a llorar, esperando que la muerte nos encuentre derrotados, pero unidos? Tampoco me suena razonable.
En alguna pared alguna vez leí un graffiti que rezaba de la siguiente manera: “ante esta dolorosa realidad, las utopías son una opción razonable”. Intentemos imaginar un mundo mejor, donde se valora la vida y se respeta a los otros, donde el amor es la única ley. Sé que les estoy pidiendo algo difícil, pues los seres humanos estamos educados para ya no vivir utópicos sueños, sino pesadillas reales. Pero creo que todavía hay soluciones posibles, de lo contrario lo más razonable sería suicidarse.
Alguna vez creí entender que, si mal no recuerdo, según Aristóteles la ética podría explicarse mas o menos así: es la capacidad de autogobierno, a través del ejercicio de la virtud, que consiste en practicar el bien logrando alcanzar el justo medio en todas nuestras acciones, utilizando nuestra razón para poder optar deliberadamente por la realización de aquellos actos que consideremos apropiados para ser felices.
Sócrates consideraba, dentro de su pensamiento ético, que la virtud consistía en el conocimiento. El vicio, o el mal, nace del vientre de la ignorancia. De esta manera, consideraba la educación como el medio de afianzar la virtud dentro de la sociedad y así lograr que la gente actúe conforme a la moral.
¿Quién produce a quién: la sociedad a los individuos o los individuos a ésta? Debemos considerar que vivimos en un mundo complejo, como explica Morin, donde la aceptación de las paradojas resulta fundamental para la comprensión de los hechos. La causalidad circular rige estos fenómenos de índole social: la sociedad forma al sujeto que a su vez modifica la sociedad en la que se encuentra inmerso.
Como señalamos anteriormente, para Aristóteles la ética trata del gobierno de uno mismo y la política trata del arte de gobernar una ciudad. Podríamos compararla como una macro-ética, dónde la práctica de la virtud tanto de los habitantes como de los políticos, resulta fundamental para lograr un buen gobierno. La manera de lograrlo: la educación.
No es pertinente realizar en estos momentos una enumeración detallada de las múltiples fallas educativas de nuestro sistema, ni de las falencias en los conceptos y la preparación de los docentes. Tan solo alcanza con saber de que estamos fallando, y es menester tomar dediciones que nos permitan embarcar la educación hacia horizontes más prometedores que los actuales.
El arte de formar sujetos críticos, que sepan discernir entre los actos virtuosos y los que no lo son, no es una tarea fácil, pero está en nuestras manos y en la fuerza de nuestros corazones el lograr alcanzar un grado de voluntad tal que podamos ver dicho hecho realizado.
Resumiendo: cultivemos la virtud en nuestras propias vidas, perdamos el alma en el intento de fomentar la tan poco común costumbre de pensar y actuar conforme a la justicia, la verdad y el amor a los seres humanos. Sacrifiquemos nuestra existencia por alcanzar estos ideales y no dejemos que la tentación de ser normal en este mundo de enfermos nos nuble la razón.
Que no nos preocupe si quien nos aconseja es un docente, un científico, un payaso o un obrero de la construcción, simplemente valoremos todos los aportes y los variados puntos de vista, ya que las diferencias siempre sirven para sumar en la cuenta del conocimiento. No nos encerremos entre explicaciones conceptuales, palabras confusas o reglas inservibles pero seductoras para el círculo de aquellos que se pretenden eruditos, y juzguemos por correctos todos aquellos actos realizados con la sincera intención de luchar por un mundo un poco mejor. Que no nos preocupe que nos llamen ignorantes, sofistas o locos, pero sí sintámonos ultrajados en lo mas profundo de nuestro humanismo cuando veamos familias enteras buscando comida en una bolsa de basura, o un anciano que ha trabajado toda su vida sumido en la pobreza a falta de una buena jubilación.
¿Cuál es el sustento teórico de lo expuesto? La lágrima que derrama cada niño que sufre hambre en nuestras calles, la desesperanza de cada madre que no tiene un pedazo de pan para alimentar a sus hijos. ¿La consistencia lógica? Me resulta hipócrita hablar de lógica en un mundo dónde la salud y la educación son un negocio, dónde los organismos internacionales encargados de promover y preservar la paz en el mundo observan vergonzosamente inactivos como un país imperialista ataca, matando miles de inocentes, a los países que se le ocurra; donde miles de personas se mueren de hambre para que unos pocos se mueren de gula. ¿Es pertinente mi discurso? Sinceramente, no encuentro nada mas pertinente que aprovechar estos momentos para decir lo que uno piensa y siente de corazón.
Cada segundo que pasa es una oportunidad para ser un poco mejores, no desperdiciemos ese valioso tiempo. Aprendamos a ser felices haciendo felices a los demás y utilicemos nuestras capacidades cognitivas y espirituales para convertir los infiernos en paraísos. Todo cambio es posible, solo si somos capaces de poner nuestras voluntades al servicio de la paz, la justicia y el amor.


JUAN PABLO ALBA

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